ESTRELLADOS

Rubén Pinar cortó la primera oreja de la Feria del Toro.

Corrida muy deslucida de Torrestrella, a la que Rubén Pinar le cortó la única oreja
Ficha técnica.
Ganado Seis toros de Torrestrella, bien presentados aunque algo desiguales, muy serios de cara, astifinos, muy castigados en varas y deslucidos en el último tercio, salvo el primero y el cuarto, que resultaron aceptables por el pitón derecho.
Diestros.
Rubén Pinar: vuelta tras petición y oreja.

Arturo Saldívar: silencio y silencio tras aviso.

Esaú Fernández: silencio en ambos.
Presidencia.
A cargo de Enrique Maya, asesorado por Lola Salvo y Fernando Moreno, cumplió con buen criterio su cometido.
Incidencias.
Lleno. Tarde soleada y agradable. Saldívar y Fernández hicieron el paseíllo desmonterados. El presidente, Enrique Maya, y el asesor artístico, Fernando Moreno, debutaron en el palco presidencial. El alcalde fue recibido con pitos y aplausos. Buen ambiente en los tendidos de sol y de sombra.

Comenzó la Feria del Toro, la siempre esperada Feria del Toro. El nuevo alcalde, para no perder la costumbre, fue recibido con aplausos y pitos. Cuestión de educación o de falta de ella. Lo cierto es que, bien asesorado, se dejó aconsejar y cumplió con acierto su difícil cometido ante veinte mil personas, sin tener en cuenta otros muchos miles que vieron el festejo por televisión.

Y ya en lo meramente taurino, la feria arrancó con un magnífico ambiente en la plaza pero con un festejo de los de no hacer afición, totalmente decepcionante por el juego que ofreció la materia prima. Y es que, con todos los respetos para los tres espadas, el primer cartel del ciclo pamplonés no era digno del día grande de las fiestas, de la festividad de San Fermín. El 7 de julio Pamplona, los aficionados, los abonados merecen un cartel de tronío. No hay que pensar sólo en el dinero y echar todas las figuras al final de la feria, en los días laborables para asegurar taquilla. Así no. Cuando sólo se piensa en los ingresos, malo.

Decrece la afición, el interés y la feria puede entrar en una peligrosa cuesta abajo. En fin, de sabios es rectificar.

Respecto al festejo propiamente dicho, los toros jerezanos de Torrestrella lo dejaron todo en fachada. Ofensivos, astifinos, su presencia ya causaba pavor, y más si se pensaba en esa terna joven, con dos diestros con escaso bagaje todavía.

Lo cierto es que los seis ejemplares fueron muy castigados en varas, en el primer puyazo, y a la mayoría, para más inri, les taparon la salida. Ahora bien, cuando se produce este castigo exagerado no es por capricho del varilarguero sino porque alguien lo ordena: el propio matador, el apoderado e incluso el peón de confianza. Uno de ellos es el culpable.

Y, posiblemente, la consecuencia de tan desproporcionados puyazos fue que los toros los acusaron en el último tercio y resultaron completamente deslucidos, salvo dos, precisamente los que completaron el lote de Pinar, que fue el más afortunado del sorteo. El que abrió pareció rajado nada más tomar la muleta el albaceteño. Sin embargo, luego tomó con nobleza el engaño y, aunque justo de fuerzas, repitió eso sí, sólo por el pitón derecho, lo que permitió al joven de Tobarra ligar tres series en redondo, firme y seguro.

Lo intentó al natural pero por ahí el toro, sin ninguna clase, se quedaba muy corto. Intentó regresar a la diestra pero para entonces el toro ya se había acabado. Tras una estocada, bastante desprendida, el toro dobló, los pañuelos se agitaron y el palco, con acierto, no cedió.

Si lo hizo tras la muerte del cuarto. Pinar paseó el único trofeo de la tarde, una oreja de escaso peso, tras otra faena basada en la diestra pues el toro tuvo parecida condición: repitió humillado por el derecho pero no terminó de pasar por el otro. La estocada, trasera y desprendida, no impidió que hubiese petición.

Saldívar y Esaú tuvieron que pechar con sendos lotes sin opciones. El mexicano le echó valor ante su primero y dijo muy poco frente al quinto. El sevillano Fernández también puso voluntad y… poco más. Lo intentó ante un tercero de corto recorrido y se le vio algo indeciso frente al mal sexto. En definitiva, poco, muy poco para una tarde como la de San Fermín.

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