
Domínguez, con ‘Natural’, progagonizó espectaculares saltos para citar al novillo e intentar conetar con los tendidosl Forografía: Alberto Galdona.
Domínguez y Pérez Langa se repartieron dos orejas de un colaborador encierro de novillitos de El Capea. Galería de imágenes de Alberto Galdona.
Ganado: Cuatro erales de El Capea -el tercero con el hierro de Carmen Lorenzo-, correctos de presencia y colaboradores, dejándose en conjunto.
Rejoneadores: Sergio Domínguez (silencio y oreja) y Mario Pérez Langa (aplausos y oreja).
Presidencia: A cargo de Dolores Ciordia, asesorada por el veterinario Isaías Bautista y por Santiago Campo, cumplió correctamente su cometido; pasó desapercibida.
Incidencias: Algo más de dos tercios de plaza. Tarde soleada y de calor agobiante. Domínguez toreó en sustitución de Héctor Barcenilla, lesionado en el campo mientras entrenaba.
Salió el primero al ruedo y se pudieron escuchar pitos. Ninguna culpa tenía el tierno novillito, que lucía hechuras de eral, como lo que era. Cierta parte del público pitó por eso, por encontrarse presenciando una novillada de rejones pero no de utreros (novillos de tres años) sino de erales (de dos). Una pena. Además, inesperada, lo que suele doler más.
Es preferible pensar que no hubo mala voluntad, que fue un fallo de la nueva empresa, que pagó su inexperiencia. En el prestigioso ciclo peraltés no había sucedido algo igual, al menos a lo largo de este siglo. Las novilladas destinadas al toreo a caballo se habían celebrado siempre con la lidia de utreros e incluso de cuatreños, sin ir más lejos, como hace dos años, si mal no recuerdo.
En cualquier caso, borrón y cuenta nueva. Mejor pensar en las tres interesantes novilladas picadas que le quedan a la feria.
Pero lo cierto es que ayer, al lidiarse erales, todo tuvo menos importancia. El ganadero, Pedro Gutiérrez Moya, y su hijo seguro que abandonaron la plaza satisfechos de sus reses bravas, pues, la verdad, en conjunto, y en mayor o menor grado colaboraron al lucimiento y si no se cortaron más trofeos fue porque los jinetes no anduvieron certeros con el rejón letal. Hubo demasiado pinchazo y así es imposible triunfar.
Y aunque cada rejoneador consiguió una oreja -empate técnico-, el toreo exhibido tuvo muy distinta calidad. No olvidemos que la veteranía es un grado y ayer quedó patente sobre el ruedo peraltés.
Distintos estilos
Fue Domínguez el encargado de abrir el festejo. Tuvo que luchar contra la querencia del novillo y la típica frialdad del público al tratarse del primero. Realizó una faena de altibajos, en la que puso voluntad pero no llegó a conectar. Y además, falló con los aceros.
Su segunda intervención tuvo mejores argumentos toreros. La veteranía del riojano quedó reflejada en su serenidad, primero parando al novillo con Luna y llevándolo después bien encelado. Seguidamente, con los quiebros de Quite -con el hierro PH- y del veterano Gallito, rubricó el mejor tercio de banderillas de la tarde, un tercio bueno pero tampoco como para tirar cohetes. Y ya con Quilate mató de un rejonazo que hizo rodar al toro sin puntilla. Justa y merecida oreja.
Pérez Langa, por su parte, cobró otro trofeo pero de muy diferente peso, menor, claro está. Lo este caballero zaragozano comienza a ser preocupante. Se ha formado en la finca de Hermoso de Mendoza, a la sombra del maestro. Por ello, tenía que haber aprendido a manejar mejor los tiempos. Una de las virtudes del caballero estellés es el buen ritmo de sus faenas, sin tiempos muertos, tan pesados para el espectador.
Langa realizó ayer dos faenas demasiado largas y aceleradas, abusó de efectos de doma, de cambios de montura -para qué tantos- y estuvo más pendiente en muchas ocasiones de conectar que de torear de verdad. Quiso inventarse una vuelta al ruedo (mal) y con su insistencia logró una oreja.