El sexto de Miura recibió duro castigo en el caballo, como el resto de la corrida de toros. Fotografía: Blanca Aldanondo.
Sendas orejas de escaso peso para El Capea y Fernández, que mostraron voluntad. Imágenes.
Ganado: Tres toros de Dolores Aguirre, los impares, y tres de Miura, bien presentados en conjunto, que cumplieron sobrados en varas y de juego dispar en el último tercio; primero y cuarto fueron aplaudidos en el arrastre; el segundo, ovacionado, sobre todo por su larga agonía de bravo.
Diestros. Pedro Gutiérrez ‘El Capea’ (oreja y saludos desde el tercio), Agustín de Espartinas (pitos tras aviso y gran pitada) y Esaú Fernández (silencio tras aviso y oreja).
Presidencia: A cargo de Luis Arrondo, asesorado por la veterinaria Ana Isabel Perera y por Francisco Sagardía, cumplió correctamente su cometido, salvo en la concesión de una oreja del sexto, pues la petición nunca llegó a ser mayoritaria.
Incidencias: Algo más de un tercio de plaza. Tarde soleada y calurosa. Los tres diestros hicieron el paseíllo desmonterados. Se guardó un minuto de silencio en memoria del diestro Víctor Barrio y de Javier Garijo, asesor artístico de esta plaza durante muchas temporadas, fallecido el año pasado. El subalterno Iván García saludó montera en mano tras banderillear al primero. Su compañero José Antonio Algaba fue cogido por el segundo, sin más consecuencias.
Todo cambió. Tudela volvió a mostrar su querencia torerista y, por ello, pese a estar anunciadas dos ganaderías señeras del campo bravo, la entrada que registró ayer la plaza fue claramente inferior a la de la festividad de Santiago. Y, sin embargo, en el festejo de ayer hubo mucho más toro que en el anterior. Ahora bien, las monteras que hicieron el paseíllo tampoco tuvieron nada que ver con las del primer día.
En el ruedo tudelano hubo ayer toro, con todas sus letras, y de él llegó el interés del festejo. No se vio ninguna faena de relumbrón, no, pero la presencia de miuras y de aguirres en la arena tudelana provocó que nadie quitase ojo a lo que pasaba y, de este modo, nadie se aburrió.
En el terreno de la materia prima, ¿quién ganó el desafío? Ninguno… o los dos. Mejor, ambos. En general, los toros de los dos hierros pelearon con bravura en el peto, en uno e incluso en dos encuentros con los montados, como el quinto y el sexto. Y es que lo cierto es que, aunque las comparaciones resulten odiosas, los seis toros fueron más picados que todos los de los últimos Sanfermines.
Después, los segundos tercios, los de banderillas, fueron malos en general; demasiados capotazos y intentos de clavar los pares.
Por último, en la muleta, hubo de todo, como en botica. El que abrió plaza, de Dehesa Frías, tuvo fijeza, repetición y cierta casta. El Capea lo toreó con la diestra, en varias series muy cortas, de escaso contenido artístico, y en más de una ocasión se vio desbordado por un toro que sólo quería muleta. Mató de una caída, que no importó, y cobró una oreja por la condescendencia del público tudelano.
Su segundo fue un castaño precioso de Zahariche, que salió tirando cornadas sin parar hasta a su sombra y que, lástima, acabó con los dos pitones escobillados. Tras hacerse el amo en banderillas, aceptó con ímpetu la muleta del salmantino, que dio algunos derechazos cortitos. Poco, muy poco. Por lo menos, El Capea puso decisión, que siempre es de agradecer.
Por su parte, Fernández, se encontró en primer lugar con el típico aguirre que llegó rajado al último tercio. Fue un mal toro, completamente distraído y que se dedicó a escarbar. Ahora bien, debió matarlo mucho mejor de lo que lo hizo.
Su segundo, de Zahariche, tuvo motor y recorrido por el derecho. El sevillano no terminó de decidirse y no se atrevió a dejarle puesta la muleta. Trasteo sin limpieza culminado con pinchazo y bajonazo. Oreja sorpresiva hasta para el sevillano.
De Espartinas, estuvo, sólo eso. Tarde aciaga. Todo le vino grande.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX