EL QUINTO ENCIERRO DE TUDELA SE SALDA CON UN CORNEADO EN LA PLAZA

Tres toros de Domínguez, Enrique, galopan por las calles de Tudela.

Los toros navarros de Enrique Domínguez provocaron el mayor parte de heridos de las fiestas. Imágenes Blanca Aldanondo.

Era lunes, a las 8 de la mañana, con 5 días de fiestas entre pecho y espalda. Y se notó. La afluencia de corredores en el encierro de este 29 de julio descendió considerablemente. Además, los toros preparados para la ocasión eran los de la ganadería Enrique Domínguez, de Funes, con lo que (salvo sorpresa del empresario a última hora tal y como hizo el domingo cambiando la ganadería), el encierro se preveía tranquilo.

Pero nada más lejos de la realidad. Y es que la carrera se saldó con el parte de heridos más extenso de los últimos 5 años con un total de 7 atendidos, siendo el más grave un vecino de Tudela, D.R.S. de 33 años, que resultó corneado en el muslo derecho en la propia plaza de toros.

El resto de aquejados, todos de carácter leve y atendidos de diferentes erosiones, fueron los tudelanos J.Z.G. (20 años), M.W.D. (19 años) y B.P.G. (19 años); el pamplonés P.C., de 48 años; el madrileño J.E.L., de 24 años; y el vecino de Benicarló J.S.V., de 74 años, este último con una laceración. Ninguno de estos heridos requirió de traslado, siendo dados de alta por las asistencias sanitarias en el mismo lugar donde fueron atendidos.

No se veía un parte de heridos tan largo desde el 27 de julio de 2019, cuando los toros gaditanos de La Palmosilla rubricaron una trepidante carrera que se saldó con 8 heridos, tres de ellos trasladados al Hospital Reina Sofía de Tudela por diversos traumatismos.

En este mismo centro hospitalario fue atendido el citado joven tudelano que resultó corneado en la plaza de toros. El parte enviado durante la mañana por el servicio de Comunicación del hospital indicaba que el joven estaba en proceso de valoración, pero que el pronóstico era leve.

El mozo había corrido en el último tramo de la avenida de Zaragoza, refugiándose subido en el vallado derecho de la bajada al callejón. Desde ahí vio cómo el toro que cerraba la manada era conducido por los mansos y los pastores hacia el coso de la Chata de Griseras tras haberse vuelto en el último tramo de la avenida de Zaragoza.

Cuando el morlaco pasó delante de él, el mozo saltó del vallado y corrió tras el astado hasta llegar al albero de la plaza. Fue entonces cuando, nada más pisar la arena, el toro se percató de que el joven llegaba por detrás, se volvió e hizo ademán de ir a por él. El mozo aceleró su carrera de huida para evitar ser alcanzado, con la mala suerte de que tropezó y quedó a merced del astado, que le embistió en repetidas ocasiones produciéndole la citada cornada en el muslo derecho.

Durante 10 larguísimos segundos, el toro se cebó con el joven, hasta que por fin hizo caso a los dobladores que, junto a los pastores del encierro y otros mozos, terminaron con el suplicio que estaba sufriendo el herido.

Los caminos de ambos protagonistas se separaron en ese instante. Mientras el joven iba camino de la enfermería de la plaza de toros, el astado ingresó por fin en los corrales de la Chata cerrando un quinto encierro intenso y peligroso.

Información de Diego Carasusán, publicada en diariodenavarra.es

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