Los saltos de la rana de El Cordobés encandilaron a la solanera tafallesa. Fotografía: Galdona.
Los toros de Hermanos Sampedro tuvieron nobleza pero anduvieron escasos de fuerza.
Ganado: Seis toros de Hermanos Sampedro, correctos de presentación, aunque algunos terciados que se taparon con la cara, de noble juego en general pero condicionados por las escasas fuerzas.
Manuel Díaz ‘El Cordobés’: dos orejas y oreja. Salió a hombros.
Rivera Ordóñez ‘Paquirri’: silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.
David Fandila ‘El Fandi’: oreja en ambos. Salió a hombros.
Presidencia: A cargo de José Javier Calvo, asesorado por Antonio Puig Ayestarán y Ángel Gómez Gutiérrez, generosa en la concesión del segundo trofeo del primer toro y rácana al negar la segunda oreja del quinto. Debió dar esas dos segundas o negarlas; es decir, tratar a todos por el mismo rasero; por lo demás, salvo una distracción en un cambio de tercio, estuvo correcta.
Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde calurosa, muy nublada, amenazando tormenta, con algo de lluvia desde el tercer toro. El Fandi hizo el paseíllo desmonterado.
Llegaron los mediáticos al coso tafallés y provocaron la primera tormenta en el callejón, un chaparrón fotográfico y femenino. El Cordobés atendió a todo el mundo con amabilidad. Después, llegó Rivera Ordóñez, con gesto serio y no demasiado buen color. Pero también entró al trapo de las digitales. El más listo fue El Fandi, que llegó con el tiempo justo y se libró de la lluvia de imágenes a cámara parada.
Y es que El Cordobés triunfó fuera del ruedo y dentro, también. El que abrió plaza fue un ejemplar noblote al que le costó tenerse en pie. Por ello, el madrileño lo toreó a media altura, en labor de enfermero, sin bajarle la mano para evitar que el toro se cayese. Eso sí, lo hizo todo con suavidad, muy templadito. El mayor mérito de su faena fue mantener al cuatreño en pie. La segunda parte del trasteo lo dedicó a la solanera, a la que se ganó fácilmente con tremendistas desplantes y generosos saltos de la rana. Mató de una estocada hasta la bola y el palco puso el listón muy alto al concederle las dos orejas del débil ejemplar.
El cuarto fue de similar condición, aunque mantuvo algunas energías más. El Cordobés supo sobreponerse a las meriendas y realizó una faena por ambos pitones similar a la primera parte de la anterior, a la parte seria, sin concesiones a la galería. Trasteo de series cortas, culminado con otra buena estocada. Nuevo trofeo, con el que hacía el trío.
El Fandi fue el otro gran triunfador de la tarde, ante dos toros muy distintos. Como siempre, se entregó y derrochó voluntad, ganas de gustar y de triunfar. Y, como siempre, se mostró variado de capa y vibrante con los rehiletes, con los que volvió a enfandilar, sobre todo frente a su primero, que llegó parado, sin recorrido, como agotado al último tercio. Tras robarle algunos naturales, tiró por la calle de en medio, alegró con molinetes y conectó con desplantes. Mató de una casi entera desprendida y se le premió con una oreja.
El que cerró plaza, por el contrario, embistió alegre por ambos pitones con sus medidas fuerzas. El granadino lo llevó a media altura por derechazos y naturales, extrajo del toro todos los muletazos que tenía, hasta el último. Tras recibir una estocada en todo lo alto, el toro se amorcilló, por lo que el espada tuvo que recurrir al descabello, con el que anduvo certero. Segunda oreja y puerta grande ganada a pulso.
Rivera Ordóñez estuvo apático ante su primero. No lo quiso banderillear y después lo toreó cómodo, sin apreturas y con mucho pico, en series cortas, como a desgana, y con su vestido de luces impoluto terminó su actuación.
Sin embargo, parece que la lluvia le agradó y se entonó frente al quinto, con armónicas verónicas a pies juntos, con los garapullos y con una faenita de buen corte que casi le proporciona la salida a hombros. Otra vez será.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX