
‘Artillero’ lanzó a Javier Jiménez a gran altura en una cogida espeluznante en la que, por fortuna, no hubo cornada.
Tarde sin trofeos en la que le protagonismo se lo llevó Jiménez, que acarició la tragedia. Imágenes (Diario de Navarra y Enfoque Taurino).
Ganado: Seis toros de Herederos de Cebada Gago -el quinto con el segundo hierro de la casa, el de Salvador García Cebada-, bien presentados, aunque muy desiguales, serios de cara, astifinos y, en conjunto, deslucidos, con muchas complicaciones.
Diestros: Eugenio de Mora (silencio y silencio tras aviso), Pepe Moral (silencio y vuelta al ruedo por su cuenta) y Javier Jiménez (saludos y saludos tras aviso).
Presidencia: A cargo de Javier Leoz, asesorado por el veterinario Raúl González y Miguel Reta, cumplió correctamente su cometido.
Incidencias: Lleno. Tarde soleada y calurosa. Jiménez, que hizo el paseíllo desmonterado, fue cogido de manera espeluznante por el tercero y tuvo que pasar por la enfermería; en ella se le apreció contusiones múltiples y pérdida de conciencia; contra la recomendación médica, salió a estoquear a ese toro y también lidió el sexto.
Tarde dura, tarde sin trofeos, tarde para toreros machos, con tablas y no con escaso rodaje. Los toros de La Zorrera no dieron opciones de triunfo y varios las hicieron pasar canutas.
No, los de ayer no fueron cebadas, no. Mejor, cebados. Cebados, porque varios estuvieron completamente fuera de tipo, de ese tipo del cebadita con picante que daba emoción a todo festejo. Un ejemplar por encima de los 600 kilos. Otro cercano, a los 700, sí, porque dio en báscula 642 kilos, recién desembarcado de un largo viaje desde Cádiz; es decir, dio en la báscula entre 30 y 50 kilos menos de los que tenía, kilos que recuperó en su estancia en el Gas. Así no, esos pesos por encima de los 600 kilos dejémoslos casi exclusivamente para los toros de Miura. Las mejores corridas de Cebada Gago se han movido entre los 480 y 520 kilos, y con ellas nadie se ha aburrido ni ha pasado miedo al ser testigo de impresionantes cogidas.
Y cebados, porque varios de ellos no quisieron más que hacer presa, coger, herir, cornear, como se prefiera. Se cebaron en causar daños y les faltó muy poco para conseguir tales perversos fines.
En este sentido, la peor parte se la llevó Jiménez, el joven debutante, quien, al intentar ejecutar el toreo genuflexo, fue lanzado al aire pamplonés, a gran altura, impulsado por las astas de Artillero, que, como por la mañana, volvió a ser triste protagonismo. La caída del diestro sobre la arena fue horripilante, pero el toro lo volvió a lanzar y luego se dedicó a pisotear al diestro de Espartinas, que para entonces ya había perdido el sentido, o así lo pareció.
No debió salir de la enfermería. Es más, se le tuvo que impedir volver al ruedo. Muy mermado de facultades, podía haber sucedido una desgracia, de las que luego exigen responsabilidades. Con el público entregado, se tiró a matar pero pinchó reiteradamente.
Y tampoco se le debió permitir torear al negro sexto, ante el que se lució en un quite por navarras. En el último tercio, al igual que otros de sus hermanos, el toro tuvo nobleza por el derecho pero se desplazó con muy corto recorrido. El sevillano ejecutó dos voluntariosas tandas de derechazos y después el toro se rajó; Jiménez lo intentó en terrenos cercanos a tablas y cerró su trasteo con unas manoletinas, de las que salió apurado. Un pinchazo y media estocada, y un aviso del palco pusieron el punto y final al desatino.
Y en tal situación, con todo el protagonismo para Jiménez, hizo que la labor de los otros diestros quedara un tanto relegada, como en un segundo plano.
De Mora comenzó con muchas precauciones ante el que abrió plaza, un toro que no humilló demasiado y que se quedaba corto por el derecho; por el otro pitón, desparramó peligro. El veterano espada le echó valor pero no pudo evitar la cogida; sus tablas le llevaron a agarrar las astas para evitar la cornada. Ante el cuarto, aprovechó el noble pitón derecho para torear en redondo en un par de tandas. Una nueva leve cogida, no le hizo dudar; cogió el estoque y terminó con un bajonazo. Y es que el estoque fue el punto débil de un Eugenio de Mora que lo intentó.
Por último, Pepe Moral se las vio en primer lugar con un toro noble, de medidas fuerzas, que se defendió echando la cara arriba y que resultó peligroso por el izquierdo. Su segundo fue muy castigado en varas y esto lo acusó en el último tercio. El de Los Palacios lo toreó en series cortas por ambos lados y terminó con una estocada caída. Después, se inventó una vuelta al ruedo. ¡Qué feo gesto!