BAUTISTA ‘BENDICE’ A LAS MONJAS. CRÓNICA DE LA PRIMERA DE TUDELA

Con los ceñidos quiebros de 'Ranchero', Armendáriz conquistó los tendidos tudelanos. Fotografía: Blanca Aldanondo.

Con los ceñidos quiebros de ‘Ranchero’, Armendáriz conquistó los tendidos tudelanos. Fotografía: Blanca Aldanondo.

El diestro francés y Roberto Armendáriz compartieron la salida a hombros.

Ganado: Seis toros de Las Monjas, correctos de presentación, bajitos, cómodos de cara, con clase los de a pie pero con una alarmante falta de fuerza; el deslucido primero y el colaborador cuarto fueron lidiados para rejones. Primero y quinto tuvieron que ser apuntillados en el ruedo.

Diestros: Roberto Armendáriz (saludos desde el tercio y dos orejas), Juan José Padilla (oreja con petición de la segunda y saludos tras aviso) y Juan Bautista (dos orejas y palmas).

Presidencia: A cargo de Luis González Cruz, asesorado por el veterinario Luis Echegoyen y por Francisco Sagardía, regular por generosa en la concesión de trofeos; por lo demás, correcta en su función.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde soleada y calurosa. El francés Bautista sustituyó a Manuel Díaz “El Cordobés”.

Gracias, alcalde. Muchísimas gracias. Su postura contra la fiesta de los toros ha servido para que Tudela reaccione y manifieste claramente que, por lo menos, en fiestas, quiere toros. Hacía años que no se contemplaba un tendido de sombra tan lleno de espectadores, que fueron a la plaza con la intención de divertirse y lo consiguieron.

A ver en qué otro acto de fiestas reúne usted a unas cinco mil personas de pago (a una media de treinta o cuarenta euros la entrada). A ver… Dígamelo, por favor. Espero que la aceptación popular que tuvo ayer la primera corrida de toros de la Feria de Santa Ana le sirva para reflexionar e incluso para reconocer, aunque sea íntimamente, su error. Un alcalde debe gobernar para todos los ciudadanos y debe asimismo satisfacer los gustos festivos de quienes representa, en este caso la ciudad de Tudela.  Dicho de otro modo, no debe gobernar según sus gustos o creencias.

Si a usted no le gusta la fiesta de los toros, no vaya; así de sencillo; pero no intente marginarla. Recuerde que se trata de una fiesta multisecular, que está por encima de modas. Todo esto lo deberá tener en cuenta el año que viene. Rectificar es de sabios y, aunque usted no lo sea, está a tiempo.

Buen toreo

Otro que se perdió la fiesta de ayer fue el Cordobés, el reconocido hijo de Benítez. En su lugar, vino Bautista. Buen cambio por parte de la empresa, ya que se trataba del triunfador del año pasado en la capital ribera. Y el diestro francés no decepcionó, todo lo contrario. Realizó la mejor faena de la entretenida tarde, y lo hizo ante el tercero, un toro con clase pero marcado por sus justas fuerzas. Bautista presentó sus credenciales de capa, a la verónica y con un galleo por chicuelinas.

Con la muleta, se impuso primero con don tandas con la diestra y otra al natural. Y, pese a que el toro protestaba, siguió por naturales, con temple y sin prisa. Mató de una buena estocada, el pidió el doble trofeo y el palco lo concedió, a su debido tiempo.

Frente al débil sexto, intentó aumentar su triunfo pero el toro acabó rajándose y así…

Padilla, por su parte, fue aclamado en Tudela, sobre todo en banderillas y, especialmente, cuando las dejó al violín. A su primero le realizó una faena con la diestra -por el otro pitón no terminaba de pasar-, terminada con manoletinas y desplantes de rodillas. Mató de una casi entera tendida y un descabello, y casi consigue doble premio.

Como no lo logró, buscó una oreja del inválido quinto, la que le abría la puerta grande. Lo mimó a media altura. Pidió música, ésta sonó y, justo entonces, un subalterno tumbó en la arena al de Las Monjas. La bronca al banderillero se oyó por toda la mejana y tal vez continúe a estas horas. Padilla y su gente intentaron levantar al toro por todos los medios, sin éxito. El gaditano se tuvo que conformar con una cálida ovación.

Armendáriz, por último, se las vio en primer lugar con un torito distraído que nunca quiso pelea. Tuvo que ser apuntillado en el ruedo y, por tanto, el triunfo fue imposible. El triunfo grande nació de los quiebros de Ranchero, que hizo vibrar a la plaza.

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