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El ciclo del Espárrago de Oro, que cumple su vigésimo quinta edición, comenzó ayer con una manejable novillada de Victoriano del Río.
Ganadería: cuatro erales de Victoriano del Río. Los dos primeros más flojos y el cuarto, que cerraba plaza, el de mejor condición.
Alejandro Gardel: palmas tras aviso y oreja.
Marcos: tímida ovación y oreja.
Presidencia: Emilio Cigudosa estuvo asesorado por Juan Martínez y Belén Ferrer. Cumplieron su labor.
Incidencias: se registraron tres cuartos de entrada en una tarde de temperatura agradable que fue refrescando por momentos. El viento se hizo presente en la lidia del segundo y cuarto.
A las siete y media de la tarde sonaba el cerrojazo de la puerta de cuadrillas que daba inicio al XXV Espárrago de Oro. Los novilleros encargados de inaugurar las bodas de plata del ciclo eran Alejandro Gardel y Marcos.
Gardel, ceñido en un terno rosa palo y oro, abrió plaza con un eral soso de salida y algo justito de fuerza. El novillero lo recibió con un ramillete de verónicas y dos chicuelinas rematadas con una media muy torera. Marcos aprovechó su turno de quite con ajustadas chicuelinas en los medios. A medida que transcurría la lidia, el de Victoriano pedía suavidad y hacía evidente la necesidad de jugar con las alturas. A su vez, se enfadaba y descomponía la embestida cada vez que topaba con las telas. Tras un par de series con la mano derecha, Gardel optó por el toreo al natural. El eral tenía un incesante calamocheo que había que corregir. El novillero se confió y hubo un par de naturales en los que se obró el milagro: firmes y encajados. La embestida del astado volvió a su calamocheo inicial en cuanto tocó el engaño. Naturales ayudados muy plásticos pero que no acabaron de calar. Marró un par de veces antes de una estocada entera un poco tendida, recibió un aviso y fue silenciado.
En el tercero de la tarde, Gardel tuvo que lidiar además de a Jugador, con el tiempo de la merienda. Ese rato en el que bocadillos, pizzas y otras viandas vuelan por los tendidos y los chiquillos, y los no tanto, corren de un lado al otro en busca de su ración. Gardel anduvo afanoso con un ejemplar que presentaba mejor condición que su primero, pero cuya embestida transmitía poco. Cadencia y manos bajas en los lances de recibo y una faena larga fundamentada en el toreo con la mano izquierda. Antes de ejecutar la suerte suprema optó por circulares y muletazos ayudados por alto para llegar al tendido. A pesar de escuchar un aviso y de que la estocada le hiciera guardia el respetable le premió con una oreja.
Marcos, de verde botella y oro, además de enfrentarse a dos erales, se las vio con el viento. En sus dos faenas se levantaron pequeñas rachas molestas para el toreo y que en algún momento le hicieron pasar apuros. Se presentó toreando a la verónica a Cantaoro, que no tenía mala condición, pero al que le faltó fuerza en todos los tercios. Marcos no acabó de cogerle el toque, el eral se lo echó a los lomos y este a su vez perdió los apoyos. Tras el revolcón, afortunadamente sin consecuencias, el novillero poco pudo hacer. Abrevió y le recetó una estocada entera muy bien ejecutada. Sonó un aviso y también fue silenciado.
Cocinero fue el animal con más transmisión, embestía y apenas dejaba tiempo a Marcos entre una serie y otra. Solo quería muleta y en ocasiones metía la cara a tornillazos. Con las carencias típicas de un novillero sin caballos, Marcos se plantó frente a él ofreciéndole el pecho y toreando al ritmo que marcaba el animal. Había momentos en los que novillo y novillero no se acompasaban y cada uno llevaba su propia velocidad. Aún así Marcos no volvió la cara, anduvo firme y muy dispuesto. Pasaportó al que cerraba plaza de una estocada hasta la empuñadura, el eral dobló poco después y Marcos, como reconocimiento a su labor, paseó una oreja.
Información de Isabel Virumbrales para Diario de Navarra.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX