1ª DE LA FERIA DEL TORO. CRÓNICA DEL FESTEJO. DOLORES DE CABEZA

Eduargo Gallo, intentando el imposible.

Mansada de la ganadera vasca y una oreja para Joselillo, la única de la mala tarde de toros.

Ganado: Seis toros de Dolores Aguirre, bien presentados, bien armados, serios, astifinos pero mansos sin paliativos los seis, completamente deslucidos.

Antonio Ferrera: silencio en ambos.

Eduardo Gallo: silencio en ambos.

Joselillo: oreja y silencio.

Presidencia: A cargo de Enrique Maya, asesorado por Lola Salvo y Fernando Moreno, bien, pasó desapercibida.

Incidencias: Lleno. Tarde nublada, amenazando tormenta. La llegada al palco del alcalde de Pamplona, Enrique Maya, provocó división de opiniones, palmas y pitos.

Pleno. Seis de seis. Pero de mansos. No es fácil conseguirlo. Sin embargo, ayer, en la apertura de la Feria del Toro, sucedió. Ninguno de los toros sirvió. Todo se lo dejaron en fachada. Fue lo único de positivo que tuvo el encierro llegado desde la sevillana Constantina. El conjunto, bien armado, fue muy serio de cara, astifino, defraudó sin paliativos. A medida que avanzaba el festejo, se iba esfumando la esperanza de que algún toro sirviese.

Desconozco si la ganadera vasca es supersticiosa. La de ayer fue decimotercera comparecencia en la Feria del Toro de Pamplona. Y ese 13, símbolo de la mala suerte, cumplió a la perfección su labor.

Por tanto, sin materia, prima, el festejo se convirtió en un tostonazo, apto, una vez terminado, para tomar aspirinas, no para brindar con champán. Y es que, salvo el sexto, los dolores no tuvieron peligro. Olvidémonos de términos como bravura o casta, pues ayer brillaron por su ausencia. Y quedémonos con un solo: mansedumbre, la palabra más aborrecida por los ganaderos.

Yante este panorama, tan gris como el cielo pamplonés, hubo un triunfador, aunque en tono menor. El “¡Illo, illo, illo, Joselillo! no sonó vibrante, con la fuerza de otros años. Y cierto es que los peñeros van peinando canas, pero es que lo que se vio en el ruedo tampoco fue para tirar cohetes.

Joselillo, por lo menos, tuvo el honor de cortar la primera oreja de esta Feria del Toro. La consiguió del negro Burgalito, un toro que cumplió en tres encuentros con el peto, pero sólo con un pitón. Con la muleta, recibió al toro en el centro del anillo, con derechazos de rodillas y con la atención de la solanera. El vallisoletano siguió de pie, con la misma mano, ante un ejemplar que tragaba los muletazos, sin clase alguna, de muy corto recorrido. Fueron dos tandas de medios muletazos, porque el dolores no terminaba de pasar.

Al natural, dibujó una tanda que quedó en voluntariosa. Volvió a cambiar de mano y dibujó otra serie de medios derechazos, tanda que prologó un molinete, unas manoletinas, de las que salió apurado, y una estocada que sirvió. Petición de trofeo en aumento y solicitud concedida desde el palco.

Ante el sexto, salió con el sueño de redondear la tarde. Pronto vio mutilada su ilusión. Tras diversas probaturas y un desarme, lo intentó por ayudados, ante un ejemplar, con peligro sordo y con ganas de rajarse. Continuó intentando el imposible con algún ayudado más. Hasta que volvió a la realidad. No había nada que hacer. Sí, sí había algo: matarlo con decoro, cosa que no consiguió. Tras un estocada que hizo guardia y otra que no la hizo, dio un pequeño mitin con el descabello y enfadó algo al público.

Gallo, por su parte, dejó algún destello de la calidad de su toreo frente a su primero, Yegüizo, un llamativo melocotón que se amargó pronto. Comenzó metiendo la cara y repitiendo por el derecho. Pero sólo aguantó dos tandas en redondo, con quietud y elegancia del salmantino. Después el toro se acabó. Y Gallo lo mató decorosamente, de media estocada. Ante el quinto, salvo poner voluntad, nada pudo hacer, pues el toro, un tal Cantinillo, se rajó con todo descaro, sin vergüenza alguna.

Por último, Ferrera pasó de puntillas por el coso pamplonés. Se lució con los rehiletes, pero sin conectar con los tendidos como en años anteriores. Se llevó el peor lote del mal conjunto. Careció de materia prima pero debió matar a los dos de su lote con más decisión y mejor estilo.

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