Los tres matadores, muy poco placeados, no pudieron con los toros de Ganadería de Pincha y se fueron de vacío. Imágenes, Garzaron.
Ganado: Seis toros de Ganadería de Pincha, bien presentados y armados, ofensivos, astifinos, aplaudidos de salida segundo, quinto y sexto, que cumplieron en el peto, nobles, de buen juego en general, aunque desperdiciado; fueron ovacionados en el arrastre tercero, cuarto y quinto.
Toreros: Emilio Serna (silencio y vuelta tras petición y aviso), Javier Antón (silencio tras aviso y silencio tras dos avisos) y José Antonio Valencia (silencio tras dos avisos y silencio tras aviso).
Lugar y fecha: Plaza de toros de Tafalla (Navarra). 18 de agosto de 2024.
Incidencias: Más de media plaza. Tarde agradable que acabó en fría. Cuarta y última de feria. Tras el paseíllo, se homenajeó por su jubilación a Julio Gil, torilero de la plaza de toros tafallesa durante 35 años. Después de parear al quinto, saludaron montera en mano los banderilleros David Sánchez y Ricardo Reina.
Terminada la cuarta de feria, el sentimiento era de pena, porque es una pena que un ganadero críe durante cuatro años tan hermosos toros bravos, para que sean no sólo desperdiciados sino maltratados en una plaza. Y digo maltratados porque la mayoría fueron pésimamente picados por unos malos picadores, banderilleados de aquella manera por unos subalternos –no todos- nada comprometidos con el festejo y toreados por unos diestros, con muy escaso rodaje, que se vieron desbordados por unos señores toros de Lodosa.
¿Sabe el lector cuántas corridas de toros habían lidiado este año los tres espadas del cartel? Serna y Antón, ninguna; la de ayer fue la primera tarde de la temporada que vestían de luces. Y el venezolano Valencia, tres: una en América y dos en pueblos españoles; orejas cortadas, ninguna. Con este bagaje, aceptaron un trago excesivo para ellos.
Respecto a la materia prima, el primero fue el mansito del encierro, aunque no creó problema alguno. El segundo embistió con nobleza pero sin clase; en el último tercio, se dejó hacer. El tercero tuvo nobleza, humillación y largo recorrido. El cuarto atesoró nobleza y casta. El quinto fue una máquina de embestir; embistió con clase, tuvo calidad. Y el sexto, además de clase, tuvo mucho motor; sin embargo, acabó aburriéndose y se rajó al final.
Frente al que abrió plaza, Serna no consiguió clavar los pies. Se le vio sin sitio. Terminó con un bajonazo que, lógicamente, desagradó al público. Ante el cuarto, pecó de perfilero. Lo intentó pero con el trasero fuera, con pasito atrás, dudándole, intranquilo, falto de serenidad y con desplantes que no venían a cuento, salvo el de intentar ganarse a los tendidos, cosa que no logró. Hizo una faena muy larga, con series muy cortas, que no terminaron de convencer. Tras un pinchazo, mató de una estocada caída e intentó que llegara a buen puerto una petición minoritaria de oreja. El palco, muy bien, así lo vio y no la concedió.
“Tuvo la suerte, o desgracia, de que en el sorteo le tocara un estupendo toro de nombre Clarinete que dejó demasiado a las claras sus limitaciones. El toro humillaba y embestía con tal clase que, por lo menos, se hubiera merecido ser lucido en una tanda en redondo” (Mariano Pascal).
“Clarinete, segundo del lote de Serna, algo renuente al comienzo, acabó creciéndose en bravo y con calidad. Faena larga de Serna pero sin terminar de imponerse a lo que el animal reclamaba. Si fue la mejor puesta en escena de la tarde y, por eso, y tras matar al segundo intento con espadazo caído, se le pidió una oreja sin una mayoría clara. Zalacain, el joven palquero, que consta es un excelente profesional y aficionado, acertó en el juicio, más aún cuando el veterano torero había estado por debajo del bueno y guapísimo de Clarinete” (Manuel Sagüés).
Por su parte, Antón, que volvía a vestirse de luces tres años después, pasó un mal trago y acusó la inactividad. No llegó a acoplarse a la embestida de su primero, que se dejaba hacer, y aquello que aspiraba a ser faena no llegó a tal. Además, como se esperaba dada su inactividad, no mató bien.
Pero lo peor estaba por llegar. Salió el quinto, Picador, y lo recibió con una serie interminable de verónicas, lo que hizo presagiar una buena faena, que, sin embargo, nunca llegó. Sólo dejó destellos en un par de series cortas con la diestra. Además, se le atragantaron los aceros, tanto que los tendidos empezaron a inquietarse con la posible llegada del tercer aviso, algo que afortunadamente no sucedió porque acertó antes con el descabello. Fue un trago demasiado amargo para el navarro de Murchante.
“Desconfiado con la espada, esperó al segundo de su lote para ofrecer otra imagen. En un tercio de banderillas que los gaiteros bordaron con las habaneras de Cádiz, David Sánchez mostró el tranco de Picador, un toro noble con recorrido y al que pudo torear y lucir con toreo en redondo y tandas ligadas. Volvió a atascarse con los aceros y los avisos fueron cayendo hasta que el toro dobló de un oportuno descabello” (Mariano Pascal).
“El quinto, Picador, fue otro toro fenomenalmente armado, con pitones como para quitar el hipo. A Daniel Sánchez no se lo quitó y en banderillas tuvo que desmonterarse tras dos buenos pares. Invitó a su colega, tercero de la cuadrilla, a hacerlo. El toro que también había cumplido con brillo en varas, llegó con vibrante acometividad a la muleta del diestro de Murchante. Antón se mostró digno y dejó sellos, aunque de poca tinta, de su indudable clase. Tandas cortas por ambos pitones. En conjunto, le faltó el sitio y quizá también la rasmia que da el estar placeado. Javier, por desgracia, no lo está. El tal Picador superó al navarro y la faena, además, quedó muy emborronada por el mal uso de la espada” (Manuel Sagüés).
Por último, José Antonio Valencia tampoco convenció. Se le vio poco placeado y no pasó de voluntarioso. Frente al tercero, pésimamente picado, no se enteró del magnífico toro que tenía delante. Embestía con nobleza y tenía un muy generoso recorrido. Por ello, le podía haber dado mejor distancia. Pero no enteró. Su trasteo no pasó de voluntarioso y, la estocada, haciendo guardia, devolvió a la realidad al venezolano.
El sexto tuvo tanta nobleza como casta y motor, y el espada americano se vio desbordado en todo momento. Lo intentó torear en series de dos muletazos (uno el de pecho, por arriba) y perdiéndole pasos a velocidad crucero. Sólo mostró voluntad y muy escasas tablas. Además, volvió a manejar mal la espada. Su estocada, como la de su primero, volvió a hacer guardia. Y de esta manera… es difícil triunfar en este mundo tan difícil del toreo.
“Y es que si quitamos las emociones vividas el sábado, en un evento difícil de repetir, la feria de este año deja un balance desolador. En la plaza de Tafalla han sonado 26 avisos en cuatro tardes y se ha cortado sólo una oreja. Para el recuerdo apenas ha quedado nada positivo. Prácticas bucaneras, toros grandes y billetes chicos, parecen ser los elementos con los que se conforma la propiedad de la plaza, que en Tafalla es el ayuntamiento de la ciudad” (Mariano Pascal).