Sánchez Vara y Arcila saliendo a hombros en Sangüesa.
El diestro navarro Javier Marín no redondeó su tarde con un triunfo en el sexto y abandonó el coso navarro a pie. Galería de imágenes.
Ganado: Seis toros de Alberto Mateos –el sexto de Hermanos Mateos, segundo hierro del ganadero-, cinqueño el primero, bien presentados, astifinos, complicados, con motor, encastados varios, y con uno, el que cerró plaza, llamado Aceitunero, premiado con la vuelta al ruedo.
Toreros: Sánchez Vara (saludos y dos orejas), José Arcila (oreja y oreja tras aviso) y Javier Marín (oreja y silencio tras aviso).
Presidencia: a cargo de Santiago Guallar, asesorada por Gonzalo Gómez y el veterinario Andrés Pemán, se mostró generosa en el concesión de trofeos.
Incidencias: Algo más de media plaza. Tarde fresca. Se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Iván Fandiño. Marín hizo el paseíllo desmonterado.
Paradojas del destino, el matador de toros navarro fue el único que abandonó a pie la plaza de toros sangüesina. Y lo hizo de esta manera por fallar con los aceros porque por sus maneras con capa y muleta la mereció. Toreó con buen sentido al bravo y encastado Aceitunero, y también al tercero, el astifino Santillano. Muy tranquilo y asentado, solucionó con técnica las complicaciones del astado. Lo recibió con un ramillete de mecidas verónicas. Después, realizó una faena de menos a más, basada en los naturales y concluida con una estocada tendida, que le permitió una justa oreja.
Ante el encastado sexto, tuvo las ideas claras y lo toreó especialmente con una derecha sentida y profunda. Mereció trofeos por su toreo pero tres pinchazos y un certero golpe de descabello le privaron de ese triunfo que tanta falta le hacía.
Sánchez Vara, según Navarra.com, tiró del oficio que atesora después de diecisiete años de alternativa, en especial con el cuarto, al que le cortó las dos orejas tras matarlo de una estocada entera. “El alcarreño puso banderillas a sus dos toros y consiguió meter en la muleta incluso a su oponente más complicado, el primero de la tarde, que se revolvía al salir de los muletazos con muy malas intenciones. Recogió una ovación del público tras pinchar a la primera. En su segundo, un toro más cómodo de cara, lució más en la faena y fue recompensado con las dos orejas” del toro, trofeos que le permitían salir a hombros.
Por último, Ercila dejó destellos de deseos artísticos, aunque la materia prima que le correspondió no se prestaba a ello, no estaba para florituras. El colombiano, lucido en quites, expuso en su primera intervención con una faena, sin acoplamiento, que no conectó con los tendidos. Ante el quinto, dio la cara, buscó el trofeo que le hacía falta para salir a hombros y mató, previo pinchazo, de un estoconazo, que le permitió culminar su objetivo. Se le concedió otra oreja, la que le permitió salir a hombros.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX