S. MAGALLANES: “DESDE MI PRIMERA VISITA, EN1980, PAMPLONA ME CAUTIVÓ”

Salvador Magallanes entre su esposa, Marciali, y José María Sevilla, vicepresidente del taurino.

Salvador Magallanes entre su esposa, Marciali, y José María Sevilla, vicepresidente del taurino.

El ex mayoral de Conde de la Corte rememoró en el Club Taurino de Pamplona sus veinticuatro años al frente de esta ganadería, una clásica en la capital navarra.

El ex mayoral de Conde la Corte, Salvador Magallanes, ofreció el jueves pasado una charla en el Club Taurino de Pamplona, en la que hizo un recorrido a su trayectoria en tan célebre vacada de bravo y analizó el estado actual del campo bravo. “Pamplona es una tierra que tanto quiero y admiro porque han sido muchos años trayendo toros. Yo sabía que era especial. Así me lo inculcó mi padre. Vine por primera vez en 1980. Sentí la amabilidad de las personas y el respeto y la importancia que se daba a la figura del mayoral. Así que, ese mismo año, Pamplona me cautivó”, reconoció el veterano mayoral.

Desde aquel lejano 1980, vino con sus toros diez años más, la última vez en 2008. A lo largo de ese tiempo, fue acumulando gratas vivencias en la capital navarra, aunque algún disgusto, también. “Quizá el mejor momento que viví en ella fue el de recoger el premio por  el toro Hablador, en 1991. Después, Ignacio Usechi, presidente del taurino, le puso el pañuelo rojo a mi esposa, en una cena a la que asistía por primera vez la mujer de un mayoral. Y en la otra cara de la moneda, puedo afirmar que no guardo ningún mal recuerdo de la feria pamplonesa; hombre, algún disgusto sí que me llevé; por ejemplo, cuando la empresa premió a un toro y no lo hizo con el mío, que había sido mejor; se escapó así alguna vez el premio al mayoral, 25.000 pesetas que venían de perlas”, aseguró Magallanes.

Asimismo, volvió a mostrarse partidario de los encierros matinales de San Fermín. “Es beneficioso. Sirve para que los toros se quiten el estrés. Por ello, la de Pamplona es la plaza donde menos se caen los toros. Me lo dijo mi padre y yo lo puede comprobar”, indicó con rotundidad.

La ganadería Conde de la Corte es la quinta que más veces ha lidiado en Pamplona. Desde su debut, en 1926, ha estado presente en treinta ferias y se han estoqueado 180 toros con su hierro.

Malos tiempos

Nacido en febrero de 1956, en el seno de una familia de vaqueros, es el tercero de una saga de mayorales –un abuelo suyo y su padre también lo fueron- y ejerció esta profesión durante 24 años en la finca Los Bolsicos, en Jerez de los Caballeros (Badajoz), donde se crían los ejemplares de Conde de la Corte, el hierro vertebrador de un gran porcentaje de las ganaderías actuales.

“Desde 1920, mi familia ha estado 93 años al frente de ella, ejerciendo de mayoral. Yo empecé a trabajar a los 14 años pero, cinco antes, ya me movía a caballo entre las vacas. Como mayoral, debuté en 1974, llevando una corrida a Santander. La segunda tuvo por destino la plaza de Mont de Marsan. Ahora ya no estoy en ella, pero mantengo el orgullo de haber tenido la mejor ganadería del mundo en mis manos y de haber hecho muchos amigos gracias a mi profesión”, afirmó el prestigioso conocedor.

Magallanes hizo también un repaso a la trayectoria familiar en esta histórica vacada de bravo. “El conde de la Corte, Agustín Mendoza, murió en 1964. En aquella época la ganadería ya estaba hecha, y triunfaba. Siguió con ella su hijo adoptivo Luis López Ovando, y los toros siguieron embistiendo. No hay que recordar más que la temporada de 1968, con triunfos en Madrid, Pamplona, San Sebastián, Granada y Albacete, entre otras ferias; ese año, nueve toros fueron premiados con vuelta al ruedo y uno, indultado. Se puede decir que mi abuelo vivió la época de plata de la ganadería; mi padre, la de oro; y yo, la de hojalata. He lidiado buenos toros, pero han llegado más amarguras que satisfacciones”, afirmó con cierta ironía.

Por último reconoció que la había acompañado la fortuna en el campo, ya que los toros apenas le habían pegado. “He tenido suerte en este aspecto. He sufrido algún, pero no grave. Recuerdo que la vaca Alfilerita, marcada con el 37, me pegó dos puntazos. Y, casualidades de la vida, a un hijo suyo, a Alfilerito, estuvo a punto de cortarle las dos orejas José Tomás en Pamplona, en 1997, pero pinchó varias veces y se quedó sin trofeos”. Pamplona, siempre, por siempre Pamplona.

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