REJONES TRIUNFALES. CRÓNICA DE LA TERCERA DE LA FERIA DE TAFALLA

De esta manera celebró Pérez Langa su triunfo frente al sexto, que no fue toro sino utrero. Fotografá: Alberto Galdona.

Únicamente Roberto Armendáriz abandonó la plaza a pie por fallar con el rejón letal. Galería de imágenes (Galdona)

Ganado: Dos utreros, primero y sexto, y un toro de Rosa Rodrigues y tres toros más de Santa María. De más que justa presentación, sobre todo los tres primeros, por terciados, y con algo más de volumen y más colaboradores los tres últimos.

Rejoneadores: Andy Cartagena (silencio y dos orejas), Roberto Armendáriz (silencio en ambos) y Mario Pérez Langa (oreja y oreja con petición de la segunda).

Presidencia: A cargo de Mikel Juango, asesorado por el veterinario Antonio Puig Ayestarán y por Francisco Sagardía, fue algo generosa al conceder la segunda oreja del cuarto; y, por el contrario, mantuvo buen criterio al no conceder el segundo trofeo del toro que cerró plaza.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde algo nublada y agradable. El aragonés Pérez Langa se presentó en la plaza de toros de Tafalla.

La tarde dedicada al rejoneo no fue tan entretenida como se esperaba. Después de varios años consecutivos toreando en esta plaza -cinco si mal no recuerdo-, Pablo Hermoso de Mendoza no estuvo presente esta vez y su ausencia se dejó notar. Sobre todo, en los tendidos. Al público le costó conectar con lo que acontecía en el ruedo y, sin embargo -paradojas del toreo-, vibró al final de la faena del cuarto toro, el peor en esta tierra por ser el de la obligatoria merienda.

Y esa cierta frialdad de los espectadores pudo venir dada por las hechuras de los tres primeros ejemplares, bajitos, terciados, nada dignos de una feria como la de Tafalla, que siempre rinde culto al toro. De este modo, todo lo que hicieron los jinetes ante ellos tuvo menos importancia.

Por otro lado, no debería estar permitido en un festejo no mixto la lidia de utreros y toros. O todos novillos o todos cuatreños y cinqueños. Esos dos utreros, si no me equivoco, fueron los que, en principio, estuvieron destinados a Estella, para formar el lote de Guillermo Hermoso de Mendoza, lote que se cambió y que, finalmente, fue de Bohórquez.

En cualquier caso, por cortesía del público, la tarde arrojó dos claros triunfadores: Cartagena y Pérez Langa; ortodoxo el primero y más bullidor el aragonés.

Al más veterano le costó muchísimo captar la atención de los tendidos. No lo consiguió ante el que abrió plaza, un utrero con escaso celo; al menos hasta el final de la faena. En el último tercio, dejó tres cortas sin respiro y terminó con un rejonazo. El toro se echó pero el puntillero lo levantó y por ahí se esfumó la posible petición de un trofeo.

Frente al cuarto, posiblemente el toro más colaborador de la tarde, realizó una faena de menos a más, en la que se pudo ver templado toreo a dos pistas, algún ceñido quiebro de calidad, y dos espectaculares palos al violín, bien afinados. Tras un adorno eterno en la cara, tipo teléfono, terminó con un rejonazo. El público le dio una oreja y el palco, la segunda.

Pérez Langa, como siempre, se dejó la piel por agradar. Y ante su primero, le costó lo suyo. Realizó una faena armónica, de buen ritmo, en la que destacó con las cortas, pues las puso muy por los adentros, con limitado espacio entre el toro y las tablas. Tras un pinchazo, concluyó con un rejonazo y con unos aspavientos en la cara del toro agonizante, agarrando sus pitones, que calentaron al respetable pero que sobraban, en honor del rejoneo.

Mejores argumentos taurinos tuvo su segunda intervención, frente al sexto, al que paró con maestría, trazando pequeños círculos. El de Calatayud conectó en banderillas, especialmente con una al quiebro y con otra arrancándose en corta distancia y quebrando al límite. Dos cortas continuas y medio rejón dieron pasó a una especie de pérdida de cordura del aragonés, para el que se pidieron las dos orejas del utrero, aunque con una ya iba bien.

Y Roberto Armendáriz no tuvo su tarde. Anduvo mejor frente al segundo de su lote, al que le pudo cortar trofeos. Pero pinchó reiteradamente a sus dos toros y así fue imposible triunfar.