El madrileño Gonzalo Caballero, aparte de su puerta grande, sorprendió por su naturalidad.
Ganado: seis utreros de El Parralejo, correctos de presentación, escasos de fuerza en general, nobles los tres primeros, complicado el cuarto, deslucido el quinto y sosote el sexto. Los tres primeros fueron aplaudidos en el arrastre.
Gómez del Pilar: silencio y oreja.
Román: oreja y silencio.
Gonzalo Caballero: oreja en ambos. Salió a hombros.
Presidencia: A cargo de Juan Ignacio Ganuza, asesorado por Jesús María de Andrés y Josetxo Gimeno, correcta, salvo en la concesión del primer trofeo, pues la petición de oreja nunca fue mayoritaria.
Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde agradable. Los tres novilleros hicieron el paseíllo desmonterados. Caballero sufrió un puntazo en el escroto al entrar a matar al tercero; fue operado en la enfermería y salió de ella para lidiar al que cerró plaza.
Arrancó el abono sanferminero con una novillada que sí pero que no. Los tres primeros, tres bombones para salir a hombros sin problemas, porque además les costó tenerse en pie en varias ocasiones, sólo perdieron dos de sus seis orejas y una llegó desde el palco. Los tres últimos, ya fueron otro cantar. Con mayores hechuras, incluso más serios de cara, ofrecieron un juego decepcionante y resultaron más deslucidos con sus respectivos matices.
Pero el verdadero bombón de la tarde fue el público. La novillada superó la crisis y la plaza se llenó en dos tercios de su aforo, cuantía algo menor que el año pasado. Pero ocurrió lo de todos los años. El público del 5 de julio es distinto a los de los posteriores. Muchos abonados ceden estas entradas a padres, abuelos o hijos, que las aprovechan para pasar un rato tranquilo, antes de la algarabía del 6, para presenciar por primera vez un festejo taurino mayor o para, simplemente, aprovechar un billete que, de lo contrario, ocupará un espacio en alguna mesa durante toda la feria.
La consecuencia es que se da cita en la plaza un público que lo aplaude todo, hasta a ese puntillero, que, en su décimo golpe, consigue que, por fin, el toro, bastante asqueado, pase a mejor vida. O la retirada del picador, que se hartado de atizar tapando la salida del animal. O qué sé yo. Lo aplaude todo, absolutamente todo. Y si el estoque, aunque sea por los costillares, estalla y pide inmediatamente la oreja. Si la espada ha entrado y el toro ha doblado, perfecto. ¿Qué hay de malo?, se pregunta.
Y a la dulzura de parte del ganado y del público, se unió la banda de música, que tocó en todas las faenas. Incluso algún pasodoble llegó a sonar cuando el novillero no había terminado su primera tanda con la muleta. Ver para creer.
Quedaba todavía el postre de ese dulce sabor del primer festejo. El palco se quiso sumar a la fiesta y concedió la primera oreja del abono, del segundo novillo de la tarde-noche, cuando la petición, tan carente de fuerza como alguno de los utreros onubenses, era minoritaria a simple vista. No hacía falta agudizar tal sentido. Hombre,si esto hubiese pasado en el sexto, sería más comprensible tal decisión, pues la iluminación eléctrica de la plaza no es como para tirar cohetes, a reforzar la luz me refiero, y poder ver con mayor claridad.
Pero vayamos con la mano de obra. Independientemente de la puerta grande, que la mereció, González Caballero fue la grata sorpresa del festejo. O no tanta, porque ya había cortado trofeos en Sevilla y Madrid, que son plazas bastante más serias y exigentes que la pamplonesa el 5 de julio. Nada adocenado, alejado de academicismos, el joven madrileño suplió la falta de oficio con naturalidad, con serenidad. Dibujó asimismo el mejor toreo de capa del festejo, y l hizo frente al tercero, al que recibió con unas verónicas cargadas de pureza, meciendo las manos, con suavidad, nada afectado. Con lamuleta, dejó la teatralidad a un lado, y comenzó la faena con unos naturales a pies juntos en los medios, de su propio sello, de propia personalidad.
Así continuó su trasteo, por ambos pitones, con series cortas, y siempre sereno, hasta que el toro le prendió en el paquete al salir de la suerte suprema.
No conforme, tuvo la vergüenza y las agallas de salir a por el segundo de su lote, sosote, sin la clase del anterior; pero lo fue metiendo en su muleta, con su propio estilo, y volvió a poner a todos de acuerdo tras una estocada muy, muy tendida.
El valenciano Román, que venía rodeado de grandes laureles valencianos, defraudó sin paliativos. Frente a su primero, dubitativo, no convenció ni se convenció él mismo. Frente al deslucido quinto estuvo peor. Se dejó tocar el engaño, sufrió algún desarme y realizó un trasteo tan embarullado como los dos primeros tercios.
Gómez del Pilar, por último, tuvo un buen novillo, de triunfo, y anduvo demasiado a gusto, cómodo ante él. Toreó con buen estilo pero sin apreturas y falló con el acero. Visto el triunfo de sus compañeros, salió a por todas -portagayola, largas cambiadas…- para no ser menos, pero se encontró en la muleta un novillo de corto recorrido por el derecho y a menos, y peligroso por el izquierdo. El madrileño puso tesón, no pudo lograr el lucimiento soñado pero terminó con una estocada y cobró una oreja, aunque él buscaba la segunda, la que había perdido en su primera intervención.
Al final, casi todos contentos, incluso los vendedores de refrescos: la cerveza,a 2,50 euros, unas cuatrocientas pelas de las de antes. ¿Crisis? ¿Qué crisis?