LOS UTREROS DE CONDE DE LA CORTE COMPLICAN LA TARDE EN PERALTA

Natural de Poley al sexto de Conde de la Corte en la plaza de Peralta.

Sólo Poley dio dos vueltas al ruedo, una merecida y la primera, por su cuenta. Reportaje fotográfico.

Ganado: Seis utreros de Conde de la Corte, correctos de presentación, mansos y deslucidos en conjunto, salvo el segundo y el sexto, más manejables; el primero fue pitado en el arrastre.

Novilleros: Joselete (silencio en ambos), Clemente Jaume (ovación y silencio tras aviso) y Javier Poley (vuelta al ruedo en ambos).

Presidencia: A cargo de María Nieves Monroy, asesorada por Miguel Monroy y la veterinaria Raquel Munárriz, pese a algún despiste, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Más de media plaza. Cuarta del abono con muerte de astados. Venturita saludó montera en mano tras banderillear al segundo.

Por primera vez en la feria, la tarde se saldó sin concesión de trofeos. Las causas: por un lado, las complicaciones que presentaron varios utreros por mansos; por otro, la falta de oficio de la mano de obra, que tampoco anduvo certera con los caeros. El resultado, muy pocos detalles para el recuerdo, salvo tres buenos tercios de varas, en los que cumplieron los novillos.

Quien mejor resultado obtuvo fue Javier Poley. Su primero, el tercero, manseó de salida y luego el picador lo espabiló y el novillo se empleó en el peto. El joven de Utebo comenzó la faena con decisión, pero, mediado el trasteo, sufrió una colada, se desconfió y el novillo pasó a ser muy mirón. Ante tal situación, abrevió y se inventó una vuelta al ruedo.

Tras matar al sexto, dio otra, pero esta vez con toda justicia. El que cerró plaza fue el más toreable de la tarde. Y el zaragozano mostró buenas maneras ante él. Realizó una faena aseada, tenía una oreja en la mano, pero pinchó y falló reiteradamente con el descabello. Por ello, el trofeo se le esfumó, pero no una merecida vuelta al ruedo.

El primero de Clemente Jaume fue dócil en la muleta. Con bastante esfuerzo, logró ejecutar varios muletazos de calidad pero sueltos, sin la ligazón deseada, en series bien rematadas con el pase de pecho. Terminó con una estocada y el público le tributó una ovación por su esfuerzo.

Al quinto lo toreó con gusto de capa. Después, el novillo se empleó en dos varas. Sin embargo, en banderillas derramó peligro e incluso arrolló a Venturita, sin más consecuencias. En la muleta, el utrero sacó genio y el joven francés no logró acoplarse a la mebestida. Tardó en matar, sonó un aviso y el público guardó silencio.

Joselete, por último, se llevó el peor lote. El que abrió plaza fue mansísimo. Llegó al tercio de varas sin haber recibido un capotazo. Digno de negras. La cuadrilla pasó sudores fríos para banderillear, algo que hizo de una en una. Fue una faena corta que abrevió con espada. Pitos para el novillo y silencio para el novillero.

Y el cuarto fue otro manso de libro. El novillero lo pasó mal, pues se le vio falto de recursos. Por lo menos, mató rápido. Silencio de nuevo.

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