Pascual Javier paseó el único trofeo de la tarde en recompensa a la voluntad que puso.
Ganado. Seis utreros de Cambronell Hermanos, muy bien presentados, cuajados, astifinos, de variadas capas y de muy buen juego en general, salvo el que abrió plaza; segundo y sexto fueron aplaudidos en el arrastre; tercero y quinto, ovacionados.
Novilleros.
Luis Martín Núñez: silencio y silencio tras aviso.
Pascual Javier: saludos desde el tercio y oreja.
José Ignacio Rodríguez: silencio y silencio tras aviso.
Presidencia. A cargo de Carlos Calvo, asesorado por Oihana Ostolaza y Francisco Javier Campo, cumplió correctamente su cometido.
Incidencias. Dos tercios de plaza. Tarde soleada y calurosa. Los tres novilleros hicieron el paseíllo desmonterados. Martín y Pascual Javier sustituyeron a Pablo Belando y Gallo Chico. Los subalternos Miguel Arcos y Felipe Peña saludaron montera en mano tras banderillear al 1º y al 5º, respectivamente.
Un dato: la terna que hizo el paseíllo ayer en Peralta sumaba siete novilladas toreadas a lo largo de esta temporada; únicamente, siete entre los tres. Y este escaso rodaje se dejó notar, y mucho, en el desarrollo del festejo. Si a esto le añadimos el mal trabajo de algunas cuadrillas, el resultado es fácil de adivinar. Y, además, en tal situación, salta al ruedo una materia prima con seria presencia y calidad, unos ejemplares buenos pero exigentes, el desenlace definitivo es que el buen toreo casi brilló por su ausencia.
El encierro que presentó Cambronell fue para quitare el sombrero, tanto por su magnífica presentación y variedad de capas (un burraco, un cárdeno, dos colorados y dos sardos) como por el juego que desarrolló en el ruedo. Sólo el que abrió plaza bajó la nota. El resto fue muy toreable. Los enrazados segundo y sexto no desmerecieron del quinto, un derroche de calidad, y del sardo tercero, Tostado, un novillo bravo por los cuatro costados, que empujó con fijeza en dos varas y que no se cansó de embestir con nobleza, fijeza y recorrido, pidiendo humillado que se le hiciesen las cosas por abajo, cosa que no sucedió. Se le debió dar la vuelta al ruedo, con más argumentos que al cárdeno quinto, a Cocinero, que también la mereció.
Respecto a la terna, poco que decir. Martín Núñez poco pudo hacer con el que abrió plaza, noble pero justo de fuerza y aquerenciado en tablas. Al buen cuarto lo hicieron malo en un tercio de banderillas sumergido en jindama y repleto de capotazos. El espigado sevillano, algo embarullado, le pegó algún derechazos suelto de buen corte. Nada más.
Pascual Javier tuvo un lote de triunfo grande y sólo consiguió un trofeo a la voluntad que puso. A su colorado primero lo toreó en redondo y bajó la mano en alguna ocasión pero, demasiado encima, no dio la distancia que pedía el utrero. Al estupendo quinto, al principio, no lo vio claro; después se entonó algo más con dos buenas series de ligados naturales; y al final, no pasó de voluntarioso. Su estocada caída se tradujo en el único trofeo de la tarde.
A Rodríguez la tarde le vino grande. Se vio desbordado por ese bravo tercero y al sexto no se decidió a dejarle la muleta puesta.