La tarde se saldó sin trofeos, con una única vuelta al ruedo por parte de Jiménez Fortes.
Ganado: Dos toros de Ganadería La Reina, primero y segundo, y cuatro de El Tajo, bien presentados, cinqueños los cuatro primeros, muy armados, astifinos, nobles, pero deslucidos, sobre todo, por su falta de fuerzas. Sólo el tercero, con buen son, se salvó de la quema.
Diestros:
Diego Urdiales: saludos desde el tercio y silencio tras aviso.
Morenito de Aranda: silencio en ambos.
Jiménez Fortes: vuelta tras leve petición y silencio.
Presidencia: A cargo de Mikel Armendáriz, asesorado por Miguel Reta y el veterinario Luis Echegoyen, cumplió bien su cometido; pasó desapercibida.
Incidencias: Lleno aparente, con algo de cemento en la zona alta de andanada. Tarde soleada y agradable. Matadores de toros, subalternos y picadores hicieron el paseíllo descubiertos para reivindicar el valor cultural de la fiesta taurina. Los subalternos David Adalid y Pascual Mellinas saludaron montera en mano tras banderillear al quinto toro de la tarde.
En 1988, José Miguel Arroyo “Joselito”, se presentó en Pamplona y defraudó. Cierto es que no tuvo opción alguna con un mal lote de Mari Carmen Camacho. No le gustó el ambiente y nunca más regresó como matador de toros. Sin embargo, volvió ayer como ganadero. Desconozco qué le pareció el ambiente veintisiete años después. Pero lo que no gustó ayer fueron sus toros. Nada que achacar a su presentación. Fue un encierro bien presentado y serio de cara. Y casi nada más. Se lo dejó prácticamente todo en fachada.
Al igual que el día anterior, la suerte de varas fue pura pantomima, un marcar y peinar, para maquillar una suerte y cumplir así con el reglamento. La falta de fuerza del conjunto, si no alarmante, resultó más que preocupante. Y hubo algún toro que, de haber tenido más energías, habría resultado bueno por su clase, una clase que quedó escondida, o diluida, al doblar las manos en varias ocasiones. Sólo el tercero de la tarde, con algo más de motor, embistió con buen son. Ahora bien, no nos equivoquemos; fue el tuerto en el país de los ciegos.
Escaso lucimiento
A este toro, llamado Estanquero, lo aprovechó inicialmente Jiménez Fortes, dándole distancia, con dos aceptables series en redondo, en los medios, que tuvieron buen ritmo. El malagueño vio que el toro se quedaba corto por el izquierdo y fue entonces cuando optó por el toreo genuflexo, de rodillas, con apuros, que anunciaron un revolcón que no tuvo mayores consecuencias. El andaluz volvió al toro y continuó de rodillas, lo que causó sensación en los tendidos, pese a que a, esas alturas, ya no había toro; estaba, simplemente, agotado. Mató de un pinchazo y una estocada, y algunos, que nunca llegaron a mayoría, le quisieron premiar. Petición minoritaria que se tradujo en la única vuelta al ruedo de la tediosa tarde.
Frente al sexto, un ejemplar tan noble como soso, que logró mantenerse en pie, Fortes, sabedor de las escasas posibilidades de triunfo, realizó un trasteo insípido, de muchos pases, vulgares la mayor parte y carentes de emoción. Lo peor fue que alargó demasiado una faena que en ningún momento tuvo brillo. Y además, su estocada hizo guardia. El conjunto fue una sensación de pesado aburrimiento.
Urdiales, por su parte, dejó la imagen más torera de la tarde. Al que abrió plaza, un toro noble, que repitió humillado pero que, por su falta de fuerza, perdió las manos repetidamente, le dio tiempos y distancia en cuatro series con la diestra. En la quinta, al toro ya le costó pasar. Por el otro pitón, el riojano le enseñó a embestir al toro y consiguió una segunda serie corta de naturales de buen corte. Terminó con un pinchazo hondo y un certero descabello y recibió una merecida y cálida ovación.
No tuvo suerte con el cuarto, un mulo sin clase, completamente inservible. Le ofreció un trasteo de castigo, en el que se puedo ver algún muletazo de mérito. Su oficio le valió para superar el mal trago.
Por último, Morenito de Aranda careció de lote; fueron dos ejemplares muy deslucidos por su falta de fuerza, ante los que el burgalés sólo pudo poner muchas dosis de valor. Por ello, más que morenito acabó negrito, casi desesperado.