FERNANDO FLORES Y JUAN DE CASTILLA SE REPARTEN 6 OREJAS EN SAN ADRIÁN

Fernando Flores y Juan de Castilla salieron a hombros. Fotografía: Isabel Virumbrales.

Fernando Flores y Juan de Castilla salieron a hombros. Fotografía: Isabel Virumbrales.

Los erales de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, aunque desiguales, resultaron nobles pero les faltó transmisión.

Ganado: Cuatro erales de Puerto de San Lorenzo, de distinto trapío pero de buena presencia. El primero, el más terciado. Segundo y tercero, parejos. El cuarto, muy bien rematado, fue aplaudido de salida. Nobles en general, con un punto de sosería los tres primeros.

Fernando Flores: Dos orejas y oreja tras aviso.

Juan de Castilla: Dos orejas y oreja tras aviso.

Presidencia: Rosa Loranca y Mª Cruz Ronda asesoraron a Concepción Ruiz. Palco generoso a la hora de entregar los trofeos, anduvo tardío con los avisos.

Incidencias: Casi tres cuartos de plaza. Calor soportable, apenas había viento y no molestó.

No comenzó con mucho brío la tarde pues Macetero, el primero del encierro del Puerto de San Lorenzo, salió soso y se mostró distraído en el saludo capotero del pacense Fernando Flores. El novillero se mostró suelto con las telas, recibió con una larga en el tercio y lo sacó a los medios lanceando a la verónica.

Juan de Castilla anduvo torero hasta los medios, donde realizó un quite por chicuelinas, alguna de ellas muy ceñida. Con buen tranco en los palos, llegó hasta la faena de muleta, ahí se encontraron Macetero y Flores. Protestón al principio y protagonista de infinidad de enganchones, acabó metiéndose en la muleta del de Badajoz. Derechazos con enjundia, intentando naturales largos, que no lo fueron, pues el novillo tenía menos recorrido por el lado izquierdo. Con las zapatillas asentadas, Flores intentó de nuevo el toreo con la diestra, el del Puerto cada vez tenía un poco menos de recorrido. No desistió el novillero y para suplir que el eral se iba apagando, apostó por el toreo de cercanías. Faena con altibajos, típica en un novillero sin caballos, que acabó con una estocada trasera algo caída que sumó dos orejas, un tanto generosa la segunda.

En tercer lugar salió un novillo de preciosa estampa llamado Carafea, soso de nuevo en el contacto con el capote y dispuesto Flores que acabó rematando los lances de recibo con dos medias casi en el centro del ruedo.

El novillo embestía en dos tiempos, una arrancada más bien violenta que poco a poco se iba diluyendo, se vio en banderillas. Flores se dobló por abajo en el trasteo inicial. Le costó cogerle el aire por el pitón derecho y probó por el izquierdo, se confió. Volvió a montar la muleta y fue precisamente por el lado derecho por donde Flores logró los mejores pasajes en esta faena, tenía emoción pero no plena entrega. El público reconoció la labor del novillero que acabó culminada con desplantes que alargaron en exceso la faena y fueron jaleados por el respetable. Perfilándose para entrar a matar, escuchó un recado presidencial. Una estocada casi entera y un certero golpe de verduguillo sirvieron para pasaportar a Carafea. El graderío lo premió con una oreja.

Parecía que se iba a quedar debajo del capote el segundo de la tarde, Gañaflero. El colombiano Juan de Castilla supo aguantarle y bajar la velocidad de sus brazos para que el bonito eral no dejara de ver elcapote. Flores, destocado, hizo un templado quite por chicuelinas. Gañafero protagonizó un interesante tercio de banderillas en el que destacó el tercer par y dejó entrever que quería irse a tablas. Al inicio de la faena, tras varios enganchones, dio la impresión de que se iba a rajar. Juan de Castilla decidió plantear las primeras tandas al hilo de las tablas y poco a poco consiguió meter al toro en el canasto. Hubo muletazos encajados, con empaque, terminó acortando la distancia. Las cercanías y las manoletinas precedentes a la suerte suprema calaron en el tendido. Se tiró a matar con mucha decisión y el resultado fue una estocada hasta la empuñadura. De premio, dos orejas.

Se escucharon aplausos en la salida del cuarto y último de la tarde, Garlitero, un novillo con hechuras de toro, muy cuajado, abierto de sienes. Blandeaba un poquito de los cuartos traseros y tocó cuidarlo. Juan de Castilla anduvo listo con el tergal y le dejó reponer entre las tandas. De uno en uno por el pitón izquierdo, sin cruzarse del todo y dejando la muleta puesta. Muletazos por el pitón derecho a pies juntos, atropellando en cierto modo la embestida del eral del Puerto, de ahí vino un desarme. Hizo la cruz con la espada y la muleta, se tiró convencido y la estocada entera que recetó a Garlitero necesitó la ayuda del estoque de cruceta para que éste doblase. Mientras, sonó un aviso que no reprimió las ganas del público de pedir una oreja, que fue concedida.

Infomración de Isabel Virumbrales para Diario de Navarra.

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