En Navarra sólo actuó una vez; fue en una novillada en Pamplona, en la que acarició la puerta grande
El diestro venezolano César Faraco falleció el pasado jueves, víctima de un infarto, a los 78 años de edad, en su residencia de la localidad de San Cristóbal. Bautizado por el crítico K-Hito en una de sus crónicas como “El Cóndor de los Andes”, fue el primer torero sudamericano en tomar la alternativa en la plaza de Las Ventas, algo que hizo de manos de Antonio Bienvenida, en la feria de San Isidro del 1955.
Nacido en San Juan de Lagunillas, el 5 de junio de 1933, se hizo aficionado tras su traslado a la capital venezolana, donde el toreo vivía momentos de grandeza. Uno años después, el maestro Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro” le puso en contacto en España con quien sería persona clave en su futuro, Manuel Mejías Bienvenida “El Papa Negro”, patriarca de la famosa dinastía, quien le colocó como uno de los novilleros punteros del momento.
Tras numerosos triunfos, en mayo de 1955, de manos de Antonio Bienvenida y con Manolo Vázquez como testigo, ante toros de Carlos Núñez, tomó la alternativa y como matador de toros permaneció durante veintitrés años.
El 9 de julio de 1978 se despidió de los ruedos, en el Nuevo Circo de Caracas, lidiando reses mexicanas de Piedras Negras y De Haro. Una vez retirado, se dedicó plenamente a la dirección artística de la Escuela Taurina de San Cristóbal, puesto en el que, desde su fundación, permaneció durante trece años.
Triunfo en Pamplona
Faraco hizo únicamente un paseíllo en Pamplona. Fue el 5 de septiembre de 1954, en una novillada picada en la que se lidiaron seis ejemplares salmantinos de Arturo Sánchez Cobaleda.
Alternó aquella tarde con Juanito Bienvenida, que dio la vuelta al ruedo tras despachar al cuarto, y con Rafael Mariscal, que paseó una oreja del tercero.
El espada venezolano estuvo a punto de salir a hombros por la puerta grande, ya que le cortó una oreja al primero de su lote y dio una vuelta al ruedo cuando dobló el quinto del festejo. Descanse en paz.