Le cortó una oreja a cada uno de su lote, dos exigentes erales de Yonnet.
El novillero navarro Javier Marín consiguió el sábado pasado el triunfo más importante de su trayectoria. Y lo hizo en el coliseo romano de Arles, plaza francesa en la que alternó con Fabián Sánchez, que logró también dos trofeos y le acompañó en la salida a hombros.
Se lidiaron cuatro erales del ganadero francés Yonnet, serios, astifinos, con motor, encastados, es decir, exigentes.
Vestido de grana y oro, el torero de Cintruénigo recibió al que abrió plaza con dos faroles de rodillas, que prologaron una templada serie de verónicas, cerrada con una vistosa rebolera. En el último tercio, comenzó su trasteo con dos cambiados por la espalda, a los que siguieron tandas por ambos pitones con las que logró someter al novillo. Mató de un pinchazo y una estocada y se le concedió una oreja.
Frente al tercero, tras otros dos faroles de rodillas, se lució con un ramillete de verónicas a pies juntos, culminado con un farol invertido. El novillo fue muy complicado por el pitón izquierdo, por lo que Marín comenzó su faena con tres series de derechazos mandones. Lo intentó al natural y sólo consiguió una muy aparatosa voltereta que, por fortuna, no tuvo más consecuencias que una dura paliza.
Enrabietado, continuó con la izquierda y dibujó cinco naturales largos que fueron coreados por los tendidos. Siguió por redondos, optó por un toreo de cercanías y la lástima fue que la estocada vino precedida de dos pinchazos. El público pidió las dos orejas para el navarro, pero el palco no cedió y se tuvo que conformar con una, suficiente para salir a hombros por la puerta grande del monumental coso de Arles.