EL CABALLERO HERMOSO DE MENDOZA TRIUNFA Y COOPERA EN ZACATECAS

Faltó muy poco para que el toro corneara a Garibaldi.

Salió a hombros tras cortar dos orejas e hizo un donativo para las familias más perjudicadas por la sequía.

Plaza: Monumental de Zacatecas (Zacatecas).

Ganado: dos toros para rejones de Los Encinos, primero y cuarto, complicados, cuatro de Marrón, uno de De Santiago, séptimo, y otro de Puerta Grande, octavo.

Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y dos orejas.

Rafael Ortega: silencio, silencio y oreja en el de regalo.

Arturo Macías “El Cejas”: silencio, silencio y silencio tras aviso en el de regalo.

Incidencias: Llenazo. Llovió copiosamente una hora antes comenzar el festejo.

Pablo Hermoso de Mendoza regresó a la Monumental de Zacatecas después de más de nueve años de ausencia y rubricó su cuarta actuación en este escenario y su cuarto triunfo. La lluvia hizo su aparición una hora antes del festejo, en forma de intenso chaparrón, y puso fin así a varios meses de pertinaz sequía. Por ello, se hizo entrega a las familias más necesitadas de mil quinientas despensas y de un donativo de los toreros de a pie y del jinete estellés. Parece que éste lleva el agua adonde lleva meses sin llover; así ocurrió en Poza Rica, Apizaco, Saltillo, Monterrey y Zacatecas.

En lo meramente taurino, Hermoso de Mendoza se enfrentó a dos toros de Los Encinos. Su primero fue un cárdeno que salió muy frío y completamente desinteresado de la lidia. En tal situación, el mejor momento del trasteo lo protagonizó Ícaro, que midió las condiciones del cuatreño, le dio espacio y lo llevó metido en su barriga, galopando con máxima suavidad. Después, actuaron los forcados de Mazatlán. Este parón enfrió también al navarro, que erró con dos cortas y en el primer intento de clavar un par a dos manos. Mató de un rejón que no partió y el público guardó silencio.

Su segundo, cuarto del festejo, sufría un problema en la vista. Sólo veía en cortas distancias y en ellas embestía con violencia, pero, en cuanto los caballos se alejaban un tranco, ya los perdía de su ángulo visual. Esto obligó a que las monturas tuvieran que exponer mucho, llegar muy cerca del toro. En tales condiciones, Garibaldi resbaló y quedó casi sentado, pero la violencia del toro hizo que sus pitones pasasen por encima de la grupa. En banderillas, el caballero navarro tuvo que llevar al toro muy cosido a las colas de Viriato y Dalí. Al final, con Pirata, agarró el rejón de muerte y lo enterró. La alegría del público se desbordó, pidió la dos orejas con mucha fuerza y el presidente, algo reticente, no tuvo otro remedio que concederlas.

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