DEMASIADOS PINCHAZOS Y TOROS SIN FUERZA. CRÓNICA ÚLTIMA DE SANGÜESA

José Arcila quedó casi inconsciente en el ruedo tras la cogida que sufrió del quinto. Fotografía: José Antonio Goñi.

José Arcila quedó casi inconsciente en el ruedo tras la cogida que sufrió del quinto. Fotografía: José Antonio Goñi.

Joselillo sufrió un fuerte traumatismo torácico, de pronóstico reservado, y fue trasladado al Complejo Hospitalario de Navarra.

Ganado: Seis toros de Eladio Vegas, bien presentados y armados, con buen fondo pero con una alarmante falta de fuerza que condicionó la lidia.

Toreros: Alberto Álvarez (saludos tras aviso y silencio tras dos avisos), Joselillo (vuelta por su cuenta y cogido) y José Arcila (silencio tras aviso y silencio tras dos avisos).

Presidencia: A cargo de Santiago Guallar, asesorado por el veterinario Pedro Oteiza y por Santiago Gómez Nicuesa, cumplió con buen criterio su cometido.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde de nubes y claros con frías rachas de viento. Los tres diestros hicieron el paseíllo desmonterados. Joselillo fue cogido al intentar matar el quinto; en la enfermería se le apreció traumatismo torácico;; pronóstico reservado; fue trasladado al Complejo Hospitalario de Navarra para un estudio más completo.

Era el penúltimo toro de la feria, un toro negro que, de salida, al derrotar contra un burladero, perdió la punta de su pitón izquierdo. Como sus compañeros de encierro, en el último tercio perdió las manos una y otra vez. Pese a ello, Joselillo, hambriento de triunfo y de toreo, porfió con él, dibujó alguna serie corta aceptable con la diestra y tuvo cierto calado en los tendidos. Con toda la fe del mundo, se tiró a matar, en el embroque, el toro le prendió y lo arrojó a la arena. Fueron unos segundos angustiosos. El toro buscó el bulto y pateó al diestro repetidas veces.

Varios banderilleros socorrieron a Joselillo, lo levantaron y le llevaron hasta un terreno alejado del peligro. El matador de toros, completamente grogui, no sabía ni dónde estaba pero sólo quería matar al toro, acabar con su enemigo y triunfar. Por fortuna, se impuso el sentido común. Joselillo fue llevado a la enfermería y el director de lidia, Alberto Álvarez, acabó con la vida del cuatreño.

Frente al primero de su lote, otro ejemplar que rozó la invalidez, el diestro vallisoletano se empeñó en torearlo como si el astado anduviese bien de energías. Las ganas de Joselillo quedaron demostradas con unas chicuelinas de rodillas, a modo de recibo, y luego truncadas, al ver que el de Vegas no se mantenía en pie. Se empeñó en el imposible de intentar bajarle la mano. Fue todo voluntad. Mató de dos pinchazos y una desprendida, y se inventó una vuelta al ruedo.

Y es que a esa falta de fuerzas, se unieron los repetidos pinchazos, y así todo fue más pesado. Con este panorama, el mejor toreo brotó de las manos de un Álvarez que se entregó pero quese tuvo que ir de vacío porque también se le atragantaron los aceros.

El matador de toros zaragozano supo torear a media altura al que abrió plaza. Aprovechó su noble pitón derecho, para ejecutar varias series cortas con la diestra y también de naturales, en las que se dejó tocar el engaño demasiadas veces.

Y lo mismo le ocurrió ante el cuarto. Muletazos por ambos lados, muchísimos, de diferente limpieza. Álvarez se pasó de faena y recibió el primer aviso sin haber entrado a matar todavía. Después, los pinchazos se sucedieron y sonó el segundo. Al final, el toro dobló tras un bajonazo tan infame como premeditado. El público no comprendió por qué no usó el descabello para evitar que se prolongase el trago amargo.

Arcila, por último, dijo muy poco. Le pegó pases al deslucido sexto, el peor del encierro. Y en su primera intervención dio la sensación de que él toreaba a un ritmo y el encastado toro a otro. Una faena como a dos velocidades en la que dijo muy poco, demasiado poco.

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