BALANCE DE LA FERIA DEL TORO 2012. OPINIÓN. SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Las peñas han mantenido el mejor comportamiento de lo que llevamos de siglo.

Después de ver lo sucedido en la Feria de Abril de Sevilla o en la Feria de San Isidro, en Madrid, lo de Pamplona se puede calificar de milagroso.

En plena crisis económica, entre medidas de ajustes y recortes económicos a los ciudadanos -¿para cuándo los de los políticos?, que deben dar ejemplo-, llegan las fiestas de San Fermín y con ellas, la Feria del Toro, inmersa en la delicada situación, y nada parece que esté pasando. El abono sanferminero se compone de diez festejos y se ha traducido en nueve llenos y medio. Llenos aparentes, eso sí, pues varios días se ha dejado ver algo de cemento en las partes altas de andanada y otros no se ha notado apretura en los tendidos.

En cualquier caso, la Feria del Toro ha sorteado muy bien la crisis y ha vuelto a ser todo un éxito económico. Antes de las fiestas, se rumoreaba que muchos pamploneses no habían retirado su abono, que lo habían dejado, que otro muchos lo habían cogido para venderlo –no revenderlo- a su precio. La sensación era que iba a sobrar mucho papel. Pero la feria ha superado la crisis, pese a que algunos días entre semana se podían comprar entradas en taquilla una hora antes del comienzo del festejo, algo impensable hace unos años.

Y ya dentro de la plaza, día tras día, el ambiente ha sido magnífico. Ha habido ambientazo. Ninguna pelea en la solanera. Ningún lanzamiento de almohadillas al ruedo. El de otros objetos –latas, cubos, hielos…- apenas ha existido. Y es que, además, las charangas de sol han respetado bastante las faenas y no han tocado durante muchos de los últimos tercios. Mi enhorabuena a las peñas. Sólo les pido que mantengan este buen y festivo comportamiento durante los próximos años.

Ojalá sea así, para poder disfrutar de ese magnífico ambiente, que alcanzó su punto álgido el 14 de julio con ese idilio entre los tendidos de sol y Juan José Padilla. Fue inolvidable el recibimiento al Ciclón de Jerez y el sincero cariño con que se le trató toda la tarde.

Pero no todo fue maravilloso. En el plano negativo, el palco presidencial volvió a ser protagonista, por su disparidad de criterio, negando trofeos pedidos mayoritariamente y por conceder otros solicitados con escasa fuerza. La imagen ofrecida, a veces, ha sido ridícula y duele más cuando se sabe que la feria es vista por todos los rincones taurinos a través de una cadena privada de televisión.

Asimismo, fue negativa la presentación y el juego de varias corridas de toros. Y lo más preocupante, la falta de fuerza del ganado. Esto llama más la atención si se tiene en cuenta que la mayoría de los toros volaron en el encierro matinal y, salvo alguna excepción, no doblaron las manos en ningún momento, manos de ejemplares bien musculados a los que les hacen correr también en esas preciosas dehesas andaluzas, salmantinas y madrileñas.

Hasta a los toros de ganaderías consideradas duras se les mimó en el tercio de varas. En esta feria se han visto pocos puyazos de verdad, muy pocos, y, en varias tardes, la suerte de varas, ésa que mide la bravura del toro, ha sido pura pantomima. Por todo ello, quiero pensar que el año que viene habrá cambios en el plantel ganadero, pues varios hierros no han alcanzado la nota necesaria para repetir. Ojalá no me equivoque.

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