UNA ÚNICA OREJA AL TEMPLE DE GERPE EN LA PRIMERA NOVILLADA DE PERALTA

Derechazo de mano baja de Luis Gerpe. Fotografía: Galdona.

Derechazo de mano baja de Luis Gerpe. Fotografía: Galdona.

El encierro de Los Maños, en conjunto, resultó noble y tres utreros fueron aplaudidos en el arrastre.

Ganado: Seis utreros de Los Maños, correctos de presentación, desiguales de hechuras, cómodos de cara en general y de juego dispar; el primero y el cuarto, nobles y dóciles; el segundo, parado; el tercero, rajado; el quinto, con clase; y el sexto, a peor. Primero y cuarto fueron aplaudidos y el quinto, ovacionado en el arrastre.

Raúl Rivera: silencio y silencio tras aviso.

Luis Gerpe: silencio tras aviso y oreja.

Martín Campanario: silencio tras aviso y silencio.

Presidencia: A cargo de María José Vidorreta, asesorada por Antonio Puig y Jesús María Asín, cumplió correctamente su cometido.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde soleada y agradable. Gerpe, que sustituyó a Curro de la Casa, y Martín Campanario hicieron el paseíllo desmonterados. El subalterno Raúl Cervantes saludó montera en mano tras banderillear al tercero y destacó también en la brega ante el sexto. Magnífico ambiente en toda la plaza.

Arrancó el ciclo taurino peraltés con un festejo que resultó entretenido por el juego que ofreció la materia prima y por la buena disposición de la mano de obra. La novillada de Los Maños mereció perder más orejas, no únicamente una, pero la falta de acierto en la suerte suprema fue el denominador común de los tres novilleros e impidió mayor número de triunfos.

El encierro zaragozano de Luesia, en cuanto a presentación, resultó desigual; no tuvo demasiados kilos, hubo algún ejemplar terciado y anduvo bastante justa de cara. En lo referente a su comportamiento, se puede hablar de una novillada noble, que no creó problemas. Tres utreros fueron muy toreables. Uno de ellos, el segundo,se paró pronto y terminó reservón. El tercero se rajó muy pronto en el último tercio, pero también es cierto que fue siempre a su aire, que el novillero no lo dominó desde el principio, como tenía que haberlo hecho. Y algo parecido sucedió con el sexto; falto de dominio, fue a peor aunque tampoco se pudo ver claramente porque no lo permitió el novillero de turno.

Buen toreo

Respecto a la mano de obra, la terna mostró buena disposición y ganas de triunfo, pero en tres estilos claramente diferenciados: uno más común, otro prometedor y un tercero que todavía debe aflorar.

El triunfador de la tarde, por trofeos y por toreo, fue Luis Gerpe, que entró en el cartel a última hora en sustitución del herido Curro de la Casa, triunfador de este ciclo el año pasado.

Al joven toledano le correspondió el quinto de la tarde, Borroso, que no hizo honor a su nombre pues fue claro de principio a fin; un utrero noble, suavón, que repitió muy humillado. El novillero de Seseña lo toreó a gusto y con gusto, sobre todo con la diestra. Realizó una faena muy templada, en la que incluso barrió la arena con la muleta en un par de series. Los tendidos supieron apreciar su labor y le aplaudieron y animaron en varias ocasiones. Sólo quedaba la suerte suprema, que hasta ese momento había sido una sucesión de pinchazos. Pero Gerpe entró a matar y dejó una estocada hasta el puño, caída eso sí, lo que no impidió que la petición de oreja fuera mayoritaria y que el palco la concediera. Justa oreja dada la buena labor del toledano.

Su primero, por el contrario, tras una primera serie de derechazos, se paró, embistió a regañadientes y acabó algo incierto. Gerpe realizó una faena de tesón, larga por la condición del toro y concluida con unas manoletinas; de una de ellas salió cogido aparatosamente, estuvo a merced del utrero pero, afortunadamente, salió ileso. Por desgracia, después dio un pequeño mitin con el estoque y tampoco estuvo certero con la espada de cruceta.

Rivera se llevó el lote y pudo cortar una oreja a cada uno de sus novillos pero pinchó demasiado y así… De todos modos, toreó pausado a la verónica, se lució con los rehiletes y realizó dos faenas por ambos pitones, a las que sólo les faltó más reposo.

Por último, a Martín Campanario se le vio verde y algo embarullado con la muleta. Puso voluntad, quiso agradar pero sólo con eso no basta. Con la espada, sin embargo, anduvo habilidoso. Algo es algo.

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