Rui Fernandes y Martín Burgos mostraron ganas de agradar y cortaron sendas orejas.
Ganado: Cuatro toros de El Sierro, bien presentados, correctamente despuntados pero mansos, de escasa movilidad, deslucidos.
Rui Fernandes: saludos desde el tercio tras ligera petición y oreja.
Raúl Martín Burgos: oreja y saludos desde el tercio.
Presidencia: A cargo de Carlos Calvo Pascual, asesorado por María José Ibarra y Urtzi Guidulain, bien, cumplió con buen criterio su cometido.
Incidencias: Más de dos tercios de plaza. Tarde soleada y agradable. Magnífico ambiente en toda la plaza.
El festejo de rejones de Peralta registró mejor entrada que el inaugural del abono pero fue inferior a la de otros años. Pese a ello y en este sentido, la plaza presentó buen aspecto y el festejo se desarrolló bajo un estupendo ambiente taurino y festivo.
En lo meramente taurino, la tarde la salvaron los dos rejoneadores, que siempre mostraron ganas de agradar y de triunfar, y con ellas se impusieron a una materia prima que decepcionó sin paliativos, no por su presentación, que fue buena, sino por el pobre juego que ofrecieron sobre la arena peraltesa.
A los atanasios de El Sierro les faltó codicia y movilidad. En general, se emplazaron, resultaron parados y sólo se movieron para sorprender con sus arreones. Además, algunos mostraron querencia a tablas.
Esto, por ejemplo, le sucedió al que abrió plaza, que se rajó tras sentir el primer rejón de castigo. En tal situación, Fernandes estuvo por encima de él y le ofreció una buena lidia. En banderillas, clavó batiendo al pitón contrario y ofreció un templado toreo de costado al hilo de tablas. No pudo lucir tanto en este tercio con las piruetas a la salida de las suertes, por lo mansito y parado del negro cuatreño. Tras dos rosas, pinchó una vez antes de dejar un rejonazo fulminante. El portugués mereció una oreja por el buen estilo de su faena pero la petición fue muy minoritaria.
El lusitano la consiguió del tercero, al que supo llevar muy encelado de salida. Seguidamente, lo castigó en exceso, con tres rejones, algo que pudo acusar el toro a lo largo del trasteo, pues, de hecho, al final, como agonizando, acabó echándose sobre la arena. El cavaleiro supo imponerse a las meriendas y mantuvo el interés de los tendidos, atacando de frente en banderillas y acortando las distancias, y con dos cortas consecutivas muy por los adentros. En esta ocasión, anduvo certero con la hoja de peral y paseó con justicia ese trofeo que había estado buscando.
Martín Burgos, por su parte, mostró un estilo más heterodoxo, más bullidor. Sus dos faenas mantuvieron un buen tono y, además, supo vender la mercancía a los tendidos. En su primera intervención se encontró con un toro carente de movilidad, por lo que todo lo tuvo que hacer él. Intentó alegrar con un palo al violín y logró que su trasteo tomase algo de vuelo con un par de largas a dos manos, y dos cortas no consecutivas porque el toro se echó tras la ejecución de la primera. Poco después, rodó tras un rejonazo y el de Leganés cobró la primera oreja de la feria.
Su trasteo al cuarto y último de la tarde fue bastante parecido al anterior. Alcanzó su momento álgido con un par de largas a dos manos, más voluntarioso que lucido, y otro de cortas, muy trabajado. Sin embargo, en esta ocasión pinchó dos veces y la posible salida a hombros se le esfumó.