Salvo el último utrero, el resto del encierro de Joaquín Buendía resultó colaborador.
Ganado: Cuatro utreros de Joaquín Buendía, correctos de presentación, más terciados los dos primeros y de juego dispar; el primero, noble; el segundo, con calidad pero muy justo de fuerza; con motor y transmisión el tercero; distraído, sin clase alguna el cuarto y último.
Novilleros: Javier Marín: oreja y oreja con petición de la segunda tras aviso. Jesús Martínez: oreja tras aviso y oreja.
Presidencia: A cargo de Valentín Navascués, asesorado por Elías Chivite y el veterinario Jesús María de Andrés, se mostró generosa en la concesión de trofeos; por lo demás, correcta en su cometido.
Incidencias: Más de media plaza. Tarde soleada y calurosa. Martínez hizo el paseíllo desmonterado. Actuó de sobresaliente Alejandro Lalana, que no tuvo la oportunidad de torear, de realizar algún quite.
La novillada picada ayer resultó entretenida pero supo a poco. Y más si tenemos en cuenta que era el único festejo con muerte de las fiestas cirboneras. Si miramos al pasado, todvía recordamos aquel presitigioso ciclo taurino que daba lustre a tan ilustre villa navarra. Cualquie tiempo pasado fue mejor, en este sentido, por muy odiosas que resulten las comparaciones.
Antes de comenzar el festejo, existía cierto temor por el juego que podía dar el ganado. Muchos todavía tenían en mente la pésima novillada lidiada el domingo pasado en Peralta, del mismo hierro que la que se echó ayer en el coso cirbonero. Y qué verdad es que en los toros dos más dos no siempre son cuatro, ya que los utreros estoqueados resultaron bastante más colaboradores que los que perecieron en el ruedo peraltés. Misterios de la crianza de ganado bravo.
Y como se dejaron hacer bastante más, los dos novilleros aprovecharon la oportunidad.
En primer lugar toreó Marín, el navarro, que se lució de capa ante los dos de su lote, pero, sobre todo, ante el tercero, al que recibió con ocho verónicas mecidas, suaves, sin enmendarse, abierto el compás.
Con la muleta, comenzó su primera intervención con ayudados por alto y continuó por naturales, bien ejecutados, con limpieza y temple, aprovechando la nobleza del utrero por ese pitón. Por el derecho, el novillo se quedaba muy corto e intentaba sorprender. El navarro calentó su trasteo con unos molinetes que dieron paso a un pinchazo hondo y una estocada. Primera oreja de la tarde.
Su segundo utrero tuvo algo más de kilos y más importancia, por su motor. Lo toreó por ambos pitones, aunque cimentó el trasteo en la diestra, con muletazos largos, limpios y mandones, imponiendo su ritmo. Tras unas ceñidas manoletinas, terminó con una estocada, delantera y tendida, y otra hasta la bola, que hizo rodar al buen utrero sin puntilla. Segunda oreja para el navarro.
Martínez, por su parte, realizó una faena sólida a su primero, un novillo con calidad pero muy débil. Lo mejor fueron un par de tandas de derechazos, alargando la embestida. Dos pinchazos previos a la estocada no impidieron que cobrase un trofeo. Al distraído cuarto, sólo pudo robarle muletazos sueltos, cargados de fe, de tesón pero la buena estocada permitió la concesión de otra oreja.