Trincherazo de Adame al remiendo de Marqués de Albaserrada.
Los tres últimos toros levantaron una tarde para la historia, no por el contenido taurino, si no por la efeméride
Ganado: Cinco toros de Victorino Martín, desiguales de presencia y de juego, con tres toros buenos, los últimos, y con un quinto y un sexto ovacionados en el arrastre, y un remiendo de Marqués de Albaserrada, segundo, que se tapó con la cara, manejable.
Fernando Robleño: silencio y silencio tras aviso.
Joselito Adame: oreja tras aviso y dos orejas. Salió a hombros.
Agustín de Espartinas: silencio tras dos avisos y oreja.
Presidencia: A cargo de Cristina Sota, asesorada por Pilar Soteras y Ángel Gómez Gutiérrez, regular tirando a mal por muy generosa en la concesión de una oreja del segundo y otra del quinto; es decir, por regalar la puerta grande al diestro mexicano.
Incidencias: Tres cuartos de plaza. Tarde soleada y calurosa. Corrida goyesca conmemorativa del 125 aniversario de la plaza de toros. La presidenta de Navarra, Yolanda Barcina, presenció el festejo desde un palco. Algunos gritos políticos desde sol fueron respondidos con contundente pitada por los tendidos de sombra.
La plaza de toros de Tafalla ya tiene los 125 años cumplidos y, vista la entrada y el ambiente de ayer, se puede afirmar que sigue gozando de excelente salud. Que sea, por lo menos, por otros 125 más. “Y que tú los veas”, se suele contestar. Qué más quisiera yo.
Y el revuelo que levantan los victorinos allá por donde van, también pasó. Y lo hizo con un aprobado raspado -se salvaron tres de cinco- en cuanto a presencia y con un bien, casi notable en lo referente a su juego. Lograron tal nota cuarto y quinto, que tuvieron un buen pitón, y, sobre todo, el sexto, un viejo cinqueño, reseñado como negro entrepelado y convertido en jabonero en el ruedo, que embistió humillado por ambos lados. Un toro de nota alta, a diferencia del impresentable primero, que nunca debió pisar un ruedo por la pobreza de su cara, y del terciado tercero, que no terminó de romper por el pitón izquierdo.
Respecto a la mano de obra, el triunfador de la tarde, vía presidencial, fue Joselito Adame, que causó buena impresión en su presentación en Navarra y que se llevó el lote de la tarde. Se encontró en primer lugar con el toro de remiendo, que se cubrió con la cara y que resultó colaborador en el último tercio. El mexicano lo toreó por ambos pitones, con mejores argumentos con la diestra, sobre todo en un par de series a pies juntos, en las que, con quietud, bajó la mano. Cerró su trasteo con unos estéticos trincherazos y terminó con un pinchazo, media y un descabello. La petición fue tan ruidosa como minoritaria, pero el palco no lo debió entender así y concedió un trofeo.
Frente al quinto, encastado por el izquierdo y peligroso por el otro, el joven de Aguascalientes dio la cara, estuvo en el sitio y dibujó tres buenas tandas de naturales, al ritmo que imponía el toro, bien rematadas con largos pases de pecho. Mató de una casi entera atravesada y un certero descabello y, ¡oh, sorpresa!, asomaron dos pañuelos en el palco.
El otro triunfador, menor, de la tarde fue Agustín de Espartinas, que no logró acompañar en la salida a hombros al de la ciudad hidrocálida. Estuvo a punto de recibir los tres avisos frente al tercero, un toro que, sin ser malo, no acabó de romper por el izquierdo y con el que el sevillano no logró acoplarse. Trazó numerosos naturales pero pocos limpios. Después, el toro fue a peor, comenzó a mirar y el diestro ofreció un mitin con el descabello. Mejoró mucho su imagen frente al sexto, el mejor de la tarde, y cortó una oreja pero a un toro que era de dos. Falto de rodaje, inicialmente se vio desbordado por las acometidas del jabonero. Se repuso el andaluz e hizo una faena de menos a más, con altibajos, y mejoró en una tercera serie en redondo, con ligazón, temple y quietud.
Robleño nada pudo hacer con el deslucido primero y mereció un trofeo del cuarto por su poderoso toreo en redondo.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX