PRIETO DE LA CAL IMPONE SU LEY. CRÓNICA DE LA ÚLTIMA DE PERALTA

Larga cambiada con que saludó Expósito al que abrió plaza. Fotografía: Alberto Galdona.

Larga cambiada con que saludó Expósito al que abrió plaza. Fotografía: Alberto Galdona.

Ganado: Seis utreros de Tomás Prieto de la Cal, bien presentados y de juego dispar, aunque, en conjunto, con mucho que torear; el mejor fue el encastado sexto, ovacionado en el arrastre; fueron aplaudidos también el segundo y el quinto.

Novilleros: Francisco Expósito (saludos desde el tercio y división de opiniones), Gerardo Rivera (silencio tras aviso y oreja tras aviso) y Juan Viriato (silencio tras aviso y silencio).

Presidencia: A cargo de Carlos de Miguel, asesorado por el veterinario Jesús Miguel Blanco y por Gregorio Gutiérrez, cumplió con buen criterio su cometido.

Incidencias: Dos tercios de plaza. Tarde soleada y calurosa. Rivera y Viriato hicieron el paseíllo desmonterados. Los subalternos Felipe Peña y Juan Antonio Romero saludaron montera en mano tras banderillear al tercero, y lo mismo hizo Jesús Carvajal después de parear al quinto de la tarde.

El último festejo del ciclo taurino peraltés tuvo ayer un claro protagonista, el ganado vazqueño de Prieto de la Cal, que se impuso claramente a una terna de novilleros poco placeados. Utreros con muchas teclas que tocar, que pedían manos expertas. Novillos que cumplieron en el peto, en el general. Utreros que, por su comportamiento, dieron interés al cierre de la prestigiosa feria de novilladas picadas.

El lote más completo fue a para manos del mexicano Rivera que no supo aprovecharlo. Ante el segundo, que tuvo un buen pitón derecho, pegó pases y pases, carentes de contenido, bastante insípidos todos ellos. El quinto embistió con nobleza, al pasito, por ambos pitones. El mexicano no le dio la distancia debida, estuvo muy encimista y el resultado fue un trasteo sin limpieza. A este novillo lo mató de una estocada hasta la bola, que fue lo mejor de su actuación y que facilitó la concesión de un trofeo sin peso.

Viriato, por su parte, no aprovechó el buen pitón derecho del tercero. No se confió y abusó de los pases por alto. Y frente al encastado sexto, se vio completamente desbordado, superado.

Expósito salvó los papeles ante el blando primero, que acusó el castigo sufrido en el peto. El cuarto se le atragantó. Ante él, pasó un mal rato y perdió los papeles con el estoque. Tarde para el olvido.

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