‘NOTENFADES’ POR ‘AMOR’. CRÓNICA DE LA CORRIDA DE REJONES EN OLITE

Ana Rita intenta clavar una corta al tercero, un utrero también portugués, que le aprieta contra tablas. Fotografía: Galdona.

Ana Rita intenta clavar una corta al tercero, un utrero también portugués, que le aprieta contra tablas. Fotografía: Galdona.

Tarde de toreo a caballo larga y pesada en la que los rejoneadores se repartieron dos orejas.

Ganado: Tres toros de Rosa Rodrigues, bien presentados, cuajados, con kilos, y un utrero, tercero, del mismo hierro, algo , nobles en conjunto, emplazados y sin codicia, salvo el novillo, que la tuvo, aunque acabó refugiándose en tablas.

Rejoneadores. Ana Rita: vuelta por su cuenta y oreja. Pérez Langa: oreja y silencio tras 2 avisos.

Presidencia: A cargo de Andoni Lacarra, asesorado por Luis Miguel Baztán y por el veterinario Antonio Puig Ayestarán, mal, por generosa al conceder trofeos y, sobre todo, por no acordarse de los avisos hasta el final del festejo.

Incidencias: Más de media plaza. Tarde soleada y agradable, que terminó en fresca. Ana Rita se presentó en Navarra. Los dos rejoneadores torearon con el pañuelo rojo anudado al cuello.

Lo de ayer no fue un festejo, no. Se convirtió en una dura prueba de resistencia, casi de supervivencia. Dos horas y media para lidiar cuatro astados. Posible récord de tedio. ¿Las causas? Diversas. Por un lado, el jueguecito de doma con que comienza siempre el rejoneo. Unos quince minutos. Por otro, un error. Cuando se esperaba en el ruedo la salida del segundo toro, llamado Notenfades, apareció en la arena el sobrero, bautizado como Amor. Por ser muy complicado devolverlo a los corrales de la portátil instalada, se acabó lidiando en segundo lugar ese sobrero. Entre pitos y flautas, otros quince minutos. Cuando murió Amor, descubrimos una nueva modalidad deportiva, como el esquí acuático pero sobre arena a tiro de tractor, amarillo el de ayer, para allanar la playa. Otros 20 minutos. Y como el palco no mostró avisos hasta el cuarto toro, las faenas fueron todo menos cortas y precisas. Y si a esto añadimos las tres vueltas al ruedo que dieron los actuantes y sus largos tiempos a la hora de cambiar de monturas, el resultado es que el tiempo muerto superó claramente al del toreo, y, cuando esto ocurre, el desenlace tiene siempre el mismo nombre: aburrimiento.

Respecto a lo que se vio en el ruedo, que tiempo hubo, gustó más la entrega de la rejoneadora. Ante el primero, comenzó bien, con dos rejones arriba, pero luego mostró poco sentido del temple porque cabalgó a todo gas. En banderillas, clavó al cuarteo y toreó de costado un par de veces. Conectó con dos palos al violín, no lució demasiado con las cortas y mató de pinchazo y rejón. Entre el silencio del público, salió a saludar y, ya puestos, se inventó una vuelta al ruedo.

Su faena al tercero, al novillo, fue similar, aunque éste le pegó un topetazo en la pierna derecha y la portuguesa estuvo a punto de dar con sus huesos en la arena. Faena de violines, peor rematada que la anterior -cuatro descabellos- pero premiada. Incomprensible.

Pérez Langa ofreció su versión más pesada. Dos largas faenas con demasiadas pasadas en falso. Dos avisos al final y gracias.

Comenzaba a anochecer. ¿Qué hubiera pasado si, en vez de cuatro, se hubiesen lidiado seis astados? ¿La leyenda de San Virila?

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