LOS TOROS SUPERAN AL CINE. Artículo de opinión

A lo largo del siglo XIX, el espectáculo público preferido de los ciudadanos fueron los toros, y por aplastante mayoría. A principios del XX, irrumpe el cine y, unos años más tarde, el football. Ambos fueron ganando seguidores y acabaron convirtiéndose en auténtica competencia del llamado “arte de Cúchares”. La sociedad se fue modernizando poco a poco y los gustos de los espectadores, también. De este modo, hemos llegado al siglo XXI con el fútbol como el rey del ocio, seguido de ¿el cine o los toros? Muchos pensarán que, tras el balompié, el séptimo arte ocupa el segundo lugar de los espectáculos de masas de los españoles. Frío, frío…

Cine y toros evolucionaron siempre en perfecta armonía. Sin embargo, en la sociedad actual, nos quieren hacer creer que el amante del cine es, digamos, guay y el de los toros, por el contrario, facha, inculto, anti ecologista… Y encima algunos se tragan tan absurdo embuste. García Lorca, por ejemplo, aseguró que los toros era la fiesta más culta del mundo. Pero, al parecer, esta versión del poeta interesa muy poco a ciertos grupos de poder, que se esfuerzan en darnos a conocer exclusivamente otra, la del 36. A buen entendedor…

Lo cierto es que, dos artes, dos manifestaciones culturales como los toros y el cine han ido siempre de la mano. Títulos como Currito de la Cruz, El relicario, Sangre y arena, El monosabio, Yo he visto la muerte, Tarde de toros, Chantaje a un torero, Los clarines del miedo, Belmonte, Aprendiendo a morir, Matador, A las cinco de la tarde, El niño de las monjas, La Vaquilla, Juncal… lo atestiguan.

La mayoría de los prestigiosos directores de cine españoles, algunos de ellos aficionados a la fiesta, y muchos extranjeros, se han adentrado en la tauromaquia. Sirvan como ejemplo José María Forqué, Javier Elorrieta, Juan Sebastián Bollaín, Pedro Lazaga, Pedro Almodóvar, Juan Antonio Bardem, Carlos Saura, Agustín Díaz Yanes, Luis García Berlanga y Jaime de Armiñán, por citar algunos de los más conocidos.

Hasta aquí, sin problemas. Pero, a mediados del pasado siglo, irrumpió en los hogares de los ciudadanos un artefacto –“brujería” lo denominaba mi abuela materna- que acabó erigiéndose en el centro de la casa: la televisión. Imágenes que no se sabía cómo llegaban hasta ese invento, nos hacían creer que estábamos mejor informados, nos hacían soñar con objetivos ilusorios, con vidas repletas de felicidad.

Los políticos no tardaron en comprender el alcance de la televisión y la acabaron convirtiendo en el instrumento de poder más potente. Por un lado, podían informar sobre lo que más les interesaba y a su manera, y, por otro, lograban mantener adormecida a la población ofreciéndole falsos paraísos idílicos, a través de un sinfín de imágenes de ficción.

Y lo peor, con la llegada del siglo XXI, esta tendencia no sólo se ha mantenido sino que, por desgracia, se ha incrementado. El gobierno actual se ha hinchado y se hincha de vendernos cine a través de la televisión (estrenos de la semana, premios, galas en directo, casamientos, divorcios…) a todas horas –da igual su calidad- y le ha dado la espalda a los toros, por considerarlos políticamente incorrectos, nada guays, o residuos del franquismo. Esto el gobierno estatal, porque algunos autonómicos también los rechazan por considerarlos, simplemente, españoles. Todos están equivocados y lo que más fastidia es que, en el fondo, lo saben.

Pero esta espiral de locura, bañada de premeditado engaño, ha ido a más. El actual gobierno ha permitido que los toros se prohíban en Cataluña y, al mismo tiempo, a ver quién lo entiende, los ha pasado del Ministerio de Interior al de Cultura.

Sigamos con este desatino. El grupo Prisa, cercano al gobierno, acaba de apostar por un canal dedicado en exclusiva a los toros –Canal Plus Toros-, mientras que su periódico insignia, El País, denigra los festejos taurinos. Incluso en su “parrilla de televisión”, tuvo la desfachatez de calificar a un festejo de rejones que Canal Sur retransmitió desde Atarfe y de la corrida que protagonizó Pablo Hermoso de Mendoza en la Monumental de México, retransmitida en El Canal de las Estrellas, de “no aptas para menores de 13 años”. Por favor, a qué jugamos… De algunas series, como Crímenes Imperfectos, emitida a las nueve y media de la mañana, o de pelis como La teta asustada, no dice nada, que la vean los niños, hombre, qué menos, pobre criaturas. Ahora bien, toros, ¡por favor!… a ver si se van a traumatizar. Por no hablar de programación de Tele5. En fin, todo pura hipocresía, increíble alarde de cinismo.

En este desatinado sentido, la televisión pública y estatal, ha dado un paso más. No conforme con no retransmitir corridas de toros, del gusto de muchos ciudadanos, que también la mantienen, en su manual de estilo ha incluido los toros como “violencia con animales”. El único animal aquí, en el peor de sus sentidos, ha sido quien ha redactado y quien ha dado el visto bueno a dicho manual. Argumenta que los toros no se pueden emitir en horario infantil pero, por lo que se ve, sí un montón de culebrones cargados de violencia, de sexo que los niños no van a entender o van a malinterpretar, de traición, de conspiraciones, de cuernos –de los humanos, claro está-, de toda una serie de conceptos que no son otra cosa que anti valores humanos.

El colmo de todo este ridículo empeño lo presencié hace unos días, en un canal español de cuyo nombre ya no logro acordarme. La información tenía por escenario la plaza de toros de la capital de México, la mayor del mundo. Sólo se informó de una manifa anti taurina formada por veinte, treinta personas, no más se veían en las imágenes; y sin embargo, no se ofreció ninguna del interior de la plaza, donde 40.000 personas estaban disfrutando con el toreo de Pablo Hermoso de Mendoza o de El Juli, no recuerdo bien. Una vergüenza informativa y una falta de profesionalidad periodística del responsable de ese informativo.

Por el contrario, en este farragoso ambiente político, de vez en cuando, aparecen noticias a las que se le da la mínima difusión, porque no interesan en ese paraíso guay que nos intentan vender. Lo cierto es que un profesor de Teoría Económica de la Universidad de Extremadura, llamado Juan Medina, ha realizado un estudio, publicado en el diario Expansión, en el que se demuestra que el espectáculo de los toros vendió tres veces más entradas que el cine español. Los datos se refieren a 2009. Los festejos taurinos recaudaron 373,5 millones de euros en entradas, mientras que el cine español se quedó en 104,4 millones de euros.

En entradas, los toros aventajan también al teatro -200 millones de euros- y a la música popular -173,5 millones-. Es decir, de estos datos se desprende, guste o no, señores políticos, que lo toros se han convertido en el segundo espectáculo de masas, sólo por detrás del fútbol.

Siguiendo con el citado estudio, los toros son el acontecimiento cultural que más ingresos proporciona a la Administración española en concepto de IVA. El Estado ingresa seis veces más IVA por los toros que, por ejemplo, por el cine español.  El IVA devengado por los toros en 2009 fue de 41.4 millones de euros, mientras que el cine español devengó 7.3 millones.

Entérense, señores políticos y gobiernen de acuerdo con el gusto de los ciudadanos a los que representan. Den la cara al espectáculo de los toros y dejen intoxicarnos con manipulada ficción, mala compañera en el viaje de la vida, de la vida real, en la que la muerte también forma parte de ella. A ésta, como a los toros, no deben seguir dándole la espalda. El mundo, el real, se lo agradecerá. Apoyen la fiesta de los toros, y la del cine y la del teatro… Vivirán y soñarán mejor.

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