Derechazo de Luis Housson a un eral de Santafé. Fotografía: Isabel Virumbrales.
El salmantino Héctor Roberto estuvo por debajo de la materia prima.
Ganado: Cuatro reales de Santafe Martón, muy bien presentados; el que hizo cuarto fue el más cuajado.
Héctor Roberto: silencio en ambos.
Luis Housson: palmas y silencio.
Presidencia: Jesús Sola, asesorado por Ricardo Jiménez Benito y Rosa Loranca cumplió su cometido.
Incidencias: Tres cuartos de entrada. Tarde calurosa con ligera brisa que resultó molesta para torear.
El primero de los erales de Santafe Martón hizo que en el graderío se escuchará un murmullo de sorpresa por la excelente presentación del astado. Cuajado, rematado en la culata, pitones acaramelados; un bello ejemplar que no debió gustar tanto al charro Héctor Roberto, que desde un principio no escatimó en precauciones, poca composición en el saludo capotero y menos aún con la pañosa. Inició el último tercio macheteando, tocando las orejas a un burel que, a pesar de parecer exigente rezumaba nobleza y embestía con mucha clase. Roberto no se hizo con él, más pendiente de las indicaciones que le llegaban del callejón que de hacer faena procuró abreviar pero tardó en encontrar el terreno donde ejecutar la suerte suprema, la cual domina con poca soltura. Leves pitos cuando se cuadraba para matar que se tradujeron en silencio al doblar el novillo.
Intentó levantar la tarde en el tercero, mostró disposición al recibir al de Martón con una larga cambiada de rodillas en el tercio. Luis Housson hizo un quite por chicuelinas al que Héctor Roberto prefirió no replicar, se refugió en tablas y esperó a que su cuadrilla cumpliera el tercio de banderillas. Brindó al público y sin convicción, con ganas de pasaportar a su oponente planteó una faena de pases ayudados, de uno en uno, primero por el pitón derecho, después por el izquierdo, acortando la embestida del novillo y sin colocarse. El tercero de la tarde tardó en abrir la boca, tenía mucho que torear, se aburrió y decidió marcharse, Roberto no quiso intentarlo más, se fueron cada uno por su lado y se encontraron en el volapié, no acertó a espadas y tuvo que hacer uso del verduguillo. Otro silencio.
Luis Housson firmó lo más destacado de la tarde. Ganas, disposición, lo antagónico a su compañero de cartel. Mimó de salida al segundo de la tarde, primero de su lote. Suavidad en el toreo a la verónica, de dentro afuera, rematando con una media casi en los medios. Con la muleta en la mano derecha situó al ejemplar de Martón en la contra querencia, intentó bajar la mano pero lo que al principio del festejo era una brisa agradable se convirtió en viento molesto. Housson se quedó descubierto en un par de ocasiones. Evitó que el novillo se hiciera dueño de la situación, le funcionó la cabeza y dejó que el burel repusiera entre tanda y tanda. Lo intentó al natural y prácticamente al final de la serie consiguió atemperar la violenta embestida del novillo. Un ramillete de manoletinas acompañadas de media docena de pases ayudados por alto sirvieron como remate a una faena que rubricó con media estocada perpendicular. Palmas de reconocimiento.
Arreciaba el viento cuando el cuarto de la tarde pisó el albero de San Adrián, Housson apenas dio un par de lances y resultó desarmado por el de Villafranca, que presentó poca transmisión en el primer tercio. Llegó el momento de coger el tergal y Housson brindó el novillo al ganadero. El galo tuvo que lidiar con el viento y con un astado de mucha codicia que reponía pronto y se entregaba en la muleta. Intentó la ligazón en la distancia media, sonó Puerta Grande, el respetable jaleaba la faena del novillero francés, un torero de apariencia frágil que sacó su raza, encajó los riñones, se embraguetó y firmó una serie de derechazos poderosos, con mando, mucho temple y rematados muy atrás. Tenía la oreja en la mano, pero marró con los aceros; escuchó un aviso. De la oreja, al silencio.
Información de Isabel Virumbrales para Diario de Navarra.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX