Chenel volvió a protagonizar una gran actuación en Las Ventas
El caballero estellés cortó la única oreja en una tarde marcada por los fallos con el rejón letal.
Lleno en los tendidos de Las Ventas para disfrutar de la corrida de rejones de Espartales, manejable en general, con Pablo Hermoso de Mendoza abriendo cartel a Andy Cartagena y a Leonardo Hernández, que finalmente se fueron de vacío.
Templado y elegante estuvo el navarro en el abrió plaza, un toro con cierto genio al que le costó fijarse en la montura. Pasó dos veces con Silveti antes de clavar una banderilla de gran pureza y torear de costado exponiendo por los adentros. Y asumió riesgos sin miedo para dejarse llegar los pitones en pasadas limpias y llenas de temple con Manolete, que le dio los pechos y se fue con piruetas de la cara.
Con las cortas, a lomos de Pirata, el toro ya estaba muy entregado, y sólo necesitó una pasada para despenarlo con un rejonazo fulminante y espectacular que llenó la plaza de pañuelos. Oreja con fuerte petición de la segunda que el presidente finalmente no concedió.
A lomos de Dalí inició el navarro su labor ante el cuarto de Espartales, un toro con más nobleza y ritmo, que el navarro quiso aprovechar en banderillas con Chenel, que le dio las ventajas al toro con mucho corazón y aguantó con valor en las batidas justo hasta el momento del embroque, recortando después los viajes por los adentros.
También quiso hacer concesiones a la galería con los piafés y volteretas de Ícaro, que le dio los frentes al toro, le buscó las cercanías y convirtió su actuación en el momento más intenso de la tarde, que remató con Pirata y las cortas a dos manos para levantar a los tendidos del asiento. Sin embargo, pinchó varias veces antes de dejar un rejonazo en la yema y la Puerta Grande que tenía entreabierta se quedó en una gran ovación. Las dos orejas se le escaparon pero, para entonces, el público ya había visto quién es quién en el mundo del toreo a caballo.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX