Se convirtió en el primer matador de toros navarro en confirmar la alternativa en el que es el mayor coso taurino del mundo
El diestro navarro Francisco Marco, vestido de rosa palo y oro, acarició el domingo pasado el triunfo de una oreja en la plaza México. Hubo petición de un trofeo por parte del público pero el espada se tuvo que conformar con dar una triunfal vuelta al ruedo, vuelta –la única de la tarde- que le supo a gloria.
La dio cuando dobló el toro de su confirmación de alternativa, el llamado Andasolo, un cárdeno bragado cornivuelto, marcado con el guarismo 23 y de 485 kilos, un toro descastado, como el resto del encierro, que fue pitado en el arrastre.
Y es que los toros del hierro Carranco, desiguales, débiles, descastados, todos pitados, echaron al traste el espectáculo, cualquier posibilidad de lucimiento en la que fue la novena corrida de toros de la Temporada Grande, que registró un quinto de entrada –unas nueve mil personas-, y en la que también torearon Omar Villaseñor, que ejerció de padrino en la confirmación del navarro, y Pepe López, que fue el testigo, ambos mexicanos.
Al citado Andasolo, primero del festejo, Marco lo recibió con un farol de rodillas al hilo de tablas y un ramillete de mecidas verónicas, mediante las que, con torería, pasó del tercio a los medios. Después, brindó el toro al diestro mexicano Gerardo Ortiz, quien es su apoderado en tierras aztecas. La faena se compuso de varias derechazos, aguantando mucho, jugándosela abiertamente, y de una tanda de reposados naturales. Fueron tales los terrenos que pisó que el toro acabó volteándole de muy fea manera aunque, por fortuna, con la única consecuencia de la rotura de la taleguilla por la parte interior del muslo derecho.
Tras este percance, cuadró al manso y deslucido toro y le asestó una estupenda estocada. Como ya se ha indicado, pitos para el toro y petición de oreja para el estellés, que se tuvo que conformar con dar una triunfal vuelta al ruedo de la mayor plaza del mundo.
“Con este toro estuvo valiente el torero estelles, cosechando algunos buenos pasajes de capa y mejor de muleta extrayéndole pases a base de meterse en su terreno e incluso, llevarse un achuchón sin consecuencias que no le inmutaron y siguió valiente culminando de estocada entera y tuvo leve petición de oreja, pero el respetable le aplaudió así la vuelta al ruedo”, publicó ayer Plaza México, la web oficial del coso.
Frente al cuarto de la tarde, otro mal toro, Marco volvió a gustarse a la verónica. Tras brindar al público, realizó otro trasteo sumergido en riesgo y volvió a sufrir otra cogida. Mató de media estocada y, de nuevo, los pitos fueron para el toro y la cálida ovación para el matador navarro, que dejó muy buena imagen en el llamado “embudo de Insurgentes” y rubricó una nueva página en la historia del toreo de Navarra.
La prensa mexicana, unánime
Los diarios de México D. F. coincidían ayer en culpar al ganado de Carranco de deslucir la corrida de toros. “Un pésimo encierro de la dehesa de Carranco deslució la novena corrida de la Temporada Grande. Todos los ejemplares del hierro potosino de Santa María del Río se mostraron sosos, débiles, poco propicios para la lidia”, aseguraba El Universal, que calificaba de “valiente” la actuación de Marco. “El diestro navarro, quien confirmó su alternativa en la México, también se llevó arropones con sus dos ejemplares. En su segundo hasta le rompió el chaleco en dos partes. Su toreo valiente, aventado, no logró la transmisión deseada. Pese a su gran pericia en la suerte suprema, su trasteo no acabó de cuajar en una corrida sin trascendencia”.
En el mismo sentido, se manifestaba La Crónica de Hoy. “… Esta terna despachó un deficiente encierro de la ganadería de Carranco, el cual resultó descastado, soso y débil, lo que malogró la tarde… El español Marco mostró mucho pundonor y dignidad con el toro de su confirmación, lo que le fue premiado con una merecida vuelta al ruedo. Con su segundo, mostró valor y mucho empeño, pero ante otra ‘pared’ no tuvo más remedio que abreviar y llevarse palmas”.
KOLDO LARREA.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX