De izda a dcha, Manu Rodríguez, José Antoni Baigorri, Francisco Marco, Francisco Expósito, Ramitos a caballo, Filiberto, Paco Ramos, Ecijano II y Pablo Simón.
El matador de toros estellés volvió a torear después de más de dos años sin hacerlo. Galería fotográfica.
La finca lodosana El Ontanal, propiedad de José Antonio Baigorri, fue el escenario el sábado pasado de un interesantísimo tentadero con marcado sabor navarro. El estellés Francisco Marco y el novillero pamplonés Francisco Expósito gustaron y se lucieron ante la buena materia prima y lo mismo hizo el matador de toros murciano Filiberto y, a caballo, el picador Ramitos. Todos ellos estuvieron bien auxiliados por los banderilleros navarros Manu Rodríguez y Pablo Simón, y también por el veterano Ecijano II, que, nada más llegar a Sevilla, recibió la fatal noticia del fallecimiento de su padre, Antonio Jiménez (conocido en el mundo taurino como Antonio Bolaños), en Écija, a los 84 años de edad. Descanse en paz.
La jornada en la finca de Baigorri comenzó con una comida en la cabaña, a la que asistieron medio centenar de personas, entre otras, el empresario Manuel Torres, el comandante militar de Navarra, Carlos Aparicio, y el coronel jefe de la Zona de Navarra de la Guardia Civil, José Santiago Martín, con sus respectivas esposas.
Tras los postres, cafés y demás, se llevó a cabo el tentadero, bajo una tarde primaveral, sin racha alguna de viento. Lo abrió el murciano Filiberto, que dejó clara muestra de la calidad de su toreo frente a una erala de Ganadería de Pincha, de procedencia Domecq, que, tras entregarse en el peto seis veces (cuatro de un lado a otro de la plaza), atesoró clase, fijeza, recorrido y durabilidad; por sacarle un defecto, sólo le faltó un punto más de humillación. El diestro murciano se lució por ambo pitones, con quietud y mando, muy seguro siempre.
Vino con él el novillero murciano José María Trigueros, que ya ha debutado con los del castoreño y que dejó buena imagen en sus diversas intervenciones. Ante la quinta, de El Tolco, más exigente y sin la clase de la anterior, Filiberto tuvo que esforzarse más para dominarla y sacarle hasta el último muletazo que tenía.
Las otras cuatro eralas, todas de El Tolco, las que correspondieron a los espadas navarros, tuvieron muchas teclas que tocar, resultaron complicadas, aunque, como factor positivo, se dejaron hacer y siempre quisieron embestir, siempre quisieron muleta.
En tal situación, Francisco Marco volvió a torear después de más de dos años sin hacerlo. Y no acusó ese parón. Todo lo contario. Volvió a demostrar que es un gran tentador. Realizó dos faenas completas, en las que se impuso con mando y con finura a las dos eralas de su lote.
El otro Francisco, el pamplonés Expósito, tuvo asimismo que esforzarse para dominar a sus dos vacas. Y lo consiguió, mediante dos faenas cargadas de mando, en las que intercaló muletazos sueltos envueltos en ese gusto, muy particular, que caracteriza su toreo.
De los tapias, destacó Pablo Hernández, que salió a varias vacas y siempre combinó voluntad con maneras prometedoras. Tras el tentadero, vuelta a la cabaña, para merendar y cerrar la jornada con improvisadas canciones de unos y otros, al ritmo de esa guitarra que nunca puede faltar. En definitiva, ambiente taurino de lujo. Y si no, que se lo digan a ese grupo de franceses, que miraban sorprendidos a todo lo que iba sucediendo. À bientôt.
Festejos taurinos Pamplona, S. XIX