FALLECE FÉLIX SANTAMARÍA, “RUBITO DE VIANA”, MAESTRO EN DIRECCIÓN DE LIDIA

Rubito de Viana recibió un homenaje hace seis años en Estella.

Rubito de Viana recibió un homenaje hace seis años en Estella.

En 45 años de profesional, intervino en unos cien festejos por temporada, entre capeas, becerradas y festivales.

El aficionado práctico Félix Santamaría Sainz, conocido como Rubito de Viana, falleció ayer, inesperadamente, en su localidad natal a los 86 años de edad, tras haber recibido unos días antes el alta hospitalaria, según indicaron fuentes familiares.

Nacido en la citada ciudad navarra el 12 de julio de 1927, desde crío comenzó torear en la plaza El Coso de su localidad natal, durante las fiestas patronales y enseguida llevó su afición a otros pueblos navarros y riojanos. A los 16 años, marchaba andando a Logroño para torear unas becerras en festejos que se organizaban para jóvenes aficionados.

Fue en esa época cuando, junto a su inseparable amigo Antonio Robles “El Sevilla”, comenzó a recorrer las capeas de la región, para torear las serias funas que pastaban en los sotos alfareños de José Casas.

Pero fue en una de esas programaciones logroñesas en la que destacó. Aquel pequeño rubio de Viana mostró buenas maneras con el capote y la muleta, llamó la atención del público y, a partir de aquella tarde, comenzaron a llamarle Rubito de Viana.

Llevado por su afición, en tiempos difíciles, vistió su primer traje de luces el 19 de marzo de 1950, en Logroño. Llegó incluso a intervenir en alguna novillada picada, como la celebrada en Haro el 4 de septiembre de 1952, pero no pudo cumplir su sueño de tomar la alternativa.

Pese a ello, siguió toreando en becerradas y festivales en Navarra, La Rioja, Burgos, País Vasco y Aragón. Fue en esa dura década de los 50, en 1958, cuando contrajo matrimonio en la catedral de Tudela con Victoria Rozas, unión que dio al mundo tres hijos: Roberto, Raquel y Rocío.

Hombre con buen sentido del humor y generoso con las entidades taurinas, continuó toreando en los años 60 y 70. En 45 años de profesional, toreó, como director de lidia, una media superior a los cien festejos e, incluso, una temporada superó los ciento cuarenta en plazas de todo tipo, cuadradas, de talanqueras… Solía decir que era más duro lidiar con los julais que con las peores vacas.

Y muestra de su generosidad fue aquel festival que toreó en Viana, mano a mano con El Sevilla, a beneficio de la residencia de ancianos.

Entre sus mejores recuerdos figuraban tardes en las que toreó con Pedrés, Victoriano Valencia, Dámaso González, El Puno, Lázaro Carmona, Yiyo, Niño de la Capea y alguna tarde en San Adrián con El Cordobés, en sus principios, cuando estuvo en Tudela y le hizo herejías a la vaca Picaraza de Julio Aguirre.

Respecto a las ganaderías, mostraba preferencia por la de Macua. “Metían la cabeza como toros limpios; en cambio las vacas de Lumbreras te cogían al baile. Una me quitó los calcetines y me dejó puestos los zapatos. Conocí las de Nicasio y José Casas, las de Villafranca, Marcilla y todas las que han soltado por La Ribera”, recordaba en una entrevista.

Cuando decidió retirarse del toreo lo hizo de forma definitiva, sin plantearse engrosar las filas de los banderilleros.

Socio del Club Taurino Estellés y del de Logroño, a finales de los 80, regentó el Tentadero Virgen de Cuevas, actividad que para él era mucho más que un negocio, pues le llenaba la vida al permitirle vivir muy cercano al ganado.

Y ya en el siglo XXI, hace casi tres años, el 12 de septiembre de 2010, el Ayuntamiento de Viana rindió un justo homenaje a sus dos toreros más célebres, al Sevilla y a Rubito de Viana, que siempre será recordado.

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