EL 7º TORO ENSOGADO DE LODOSA SORTEÓ LA MULTITUD DE CORREDORES

Un momento del octavo toro con soga en Lodosa. Fotografía: Vaquero.

Un momento del octavo toro con soga en Lodosa. Fotografía: Vaquero.

No se produjo ningún incidente durante los treinta minutos que el astado, de José Antonio Baigorri, estuvo en la calle.

Frutero, de 462 kilos, prefirió ayer correr a su aire por las calles de Lodosa sin apenas tirar derrotes a la multitud de aficionados que acudieron a la séptima salida del toro con soga. Así que, esta vez, los sogueros centraron sus esfuerzos en frenar el ímpetu del animal. Aún restan dos más, el del próximo 6 de octubre y el del 12 del mismo mes, que harán su salida a las cinco y media de la tarde desde la plaza de toros. Habrá que esperar hasta entonces para ver si el ganadero opta por otro animal de mayor envergadura ya que en Lodosa ha habido astados que han llegado a superar los 600 kilos.

El de ayer, de pelaje negro, hizo su salida desde un camión colocado en las cercanías de la puerta de la iglesia a las seis de la tarde. Un minuto antes, y por la megafonía que Cruz Roja coloca en la zona, se anunció que se guardaría silencio en memoria del joven fallecido repentinamente Miguel Ángel Urizola Muñoz. Fue la manera con que los vecinos quisieron despedir al que era un gran aficionado a esta tradición.

Parado en el paseo

El toro, de la ganadería José Antonio Baigorri, nada más salir torció por la calle Ancha hasta llegar a la carretera de Cárcar. Una vez allí, optó por trotar por el vial hasta que encontró una salida que de nuevo le conducía hasta el paseo. Allí se paró y apenas se movió en los treinta y cinco minutos en los que estuvo el astado en las calles. Esto al menos permitió a los aficionados apostados en las gradas o el quiosco ver de cerca al animal.

Unos quince sogueros seguían al animal para evitar los derrotes o que arrancara en pos de los asistentes. De hecho, en las anteriores siete salidas, su intervención evitó que finalmente el asta llegara hasta algún corredor. En ningún momento el arranque del animal hizo que se perdiera la soga de entre sus manos.

Así que cuando llegó la hora para su final, dócilmente se dejó llevar hasta la plaza de toros, donde hubo una suelta de vaquillas.

La tranquilidad de la tarde se reflejó en el puesto de Cruz Roja, en la que las atenciones fueron muy escasas y la única reseñable una contractura muscular.

Información de J. A. Vaquero para Diario de Navarra.

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