Talavante cortó una oreja y perdió otra con el estoque, y Finito no quiso ni ver a su primero y fue abroncado.
Ganado: Dos toros de Garcigrande, segundo y tercero, y cuatro de Domingo Hernández, bien presentados, serios, astifinos, de medidas fuerzas y con clase, salvo el aplomado primero y el segundo, que embistió con mínimo recorrido. El quinto fue aplaudido en el arrastre y el primero, también, pero como protesta por la actuación del diestro.
Diestros. Juan Serrano “Finito de Córdoba”: bronca y silencio tras dos avisos. Julián López “El Juli”: oreja y oreja tras aviso. Salió a hombros. Alejandro Talavante: oreja y silencio.
Presidencia: A cargo de Eduardo Vall, asesorado por Javier Eguíluz y Fernando Moreno, cumplió bien, con criterio, su cometido.
Incidencias: Lleno aparente. Tarde agradable de nubes y claros. Talavante fue cogido por el tercero, sin mayores consecuencias. La enfermería de la plaza careció de trabajo.
El Juli volvió ayer a poner a todos, o casi todos, de acuerdo. Fijo en las últimas ferias, sin embargo no había conseguido salir a hombros en las dos últimas. Y ayer se quitó esa espina. Nueva puerta grande con todo merecimiento. La novena en la capital de Navarra como matador de toros, y otra más en su etapa novilleril. Cifras que sólo posee el madrileño en lo que llevamos de siglo y finales del pasado.
Eso sí, lidió la ganadería que él había exigido. Como figura manda dentro y fuera de los ruedos. en la tarde de ayer lo hizo dentro.
De este modo, gracias a él pudo debutar el hierro, o los hierros, de Garcigrande-Domingo Hernández. Y lo hizo con buen pie. En su contra, la justeza de fuerza. Salvo los toros del cordobés, que recibieron de lo lindo, los otro cuatro recibieron medido castigo. Pelearon con fijeza en la primera vara y se les levantó el palo en el segundo encuentro con los montados.
A su favor, la clase. El encierro resultó noble en la muleta, aunque el tercero tuvo su guasa por el izquierdo, y repitió humillado, sin ofrecer problemas. En conjunto el balance fue positivo.
Sabiduría
A El Juli le correspondió en primer lugar un toro que apenas se desplazó. Por ambos pitones, se quedaba en la muleta, sin terminar de pasar. Y el de Madrid se inventó una faena que no tenía el negro ejemplar, con el suficiente argumento como para captar la atención de los tendidos; esa invención se desarrolló en los medios, a base de medios muletazos y concluyó con una casi entera trasera. La mayoría del público pidió un trofeo y la soberanía popular volvió a imponerse.
Frente al quinto, llegó la fiesta grande. Primero ordenó que al llamado Música, un bonito castaño oscuro de 580 kilos, se le cuidase en el peto. Y el picador obedeció. Por ello, el toro llegó con las condiciones necesarias al último tercio. Ya con la muleta, el reconocido diestro consiguió meterlo en la canasta y acabó convirtiendo al cinqueño en mejor de lo que parecía.
Le realizó una faena larga, porque se sintió a gusto toreando, y variada, por ambo pitones, que fue un ejemplo de dominio y de temple, ante un toro que fue a más. Una vez dibujada la obra, la faena, digna de dos orejas, se recreó con molinetes y trincherazos. Sólo quedaba rubricar la artística tarea con el estoque. Pero pinchó antes de dejar media trasera que acabó con un toro que fue a morir a los medios. El premio se redujo a una oreja, un trofeo que le valió para salir a hombros, otra vez.
Finura
Talavante, por su parte, protagonizó asimismo una buena actuación. Su primero tuvo su guasa por el izquierdo, le avisó al pacense y acabó cogiéndole cuando toreaba al natural. No pasó nada. El diestro no perdió la serenidad, y siguió toreando templado y con gusto, por ambos pitones. Se perfiló para matar y dejó una estocada hasta la bola, la mejor de lo que llevamos de feria.
Su segundo, el sexto, tuvo tanta calidad como justas energías y se movió con corto recorrido. El de Badajoz lo toreó con ambas manos, con limpieza, pero el trasteo, por la condición del toro, no pudo alcanzar grandes vuelos. Pese a ello, pudo cortar una oreja pero pinchó demasiado.
Sin pundonor
Finito, por último, decepcionó sin paliativos y enfadó, y mucho, al público. No quiso ver a su aplomado y blando primero. Mejoró su imagen ante el cuarto, con destellos de su personal gusto pero, de nuevo, cabreó al respetable con un mitin con el descabello.