El ‘viejo león galés’ disfrutó de las fiestas de Pamplona durante cincuenta años.
El corazón gastado de tanto vivir, el enorme corazón del viejo león galés ha dejado de latir. Noel Chandler se ha ido, temporalmente al menos. No me atrevería yo a decir que para siempre, me temo que os estaría mintiendo, y en días así, días como el de hoy, no conviene hacerlo, queda feo. A decir verdad, en la verdad que yo creo digo, alguien así, alguien como Noel, nunca se va del todo. Llamadme iluso si queréis, pero lleva toda una vida demostrándonos que siempre vuelve, así que, a estas alturas, no estaría de más otorgarle el beneficio de la duda, razonable o no… eso ya no importa.
Estoy convencido que en uno de sus alardes de humor británico, adoptará otras formas, se transformará en algo o en alguien que consiga arrancarnos una sonrisa, un momento emotivo, cualquier cosa menos una lágrima de dolor o de tristeza… eso no.
Estad seguros pues que, por ejemplo, volveréis a ver su inconfundible rostro entre la multitud, fugazmente, en una plaza abarrotada de un mediodía de julio, meciéndose en un mar de pañuelos rojos, justo antes que un cohete ascienda y explote en el cielo. Lo veréis reír y abrazarse antes de perderse entre la marea humana Chapitela arriba, hacia la Plaza del Castillo, su cuarto de estar.
Si permanecéis atentos, será posible sentirlo cerca, al escuchar el sonido de una gaita a lo lejos, resonando en una vieja calle de Pamplona, en los acordes de una jota cantada a un santo de piel morena, lo notaréis a vuestro lado cuando los faldones de un gigante giren sin cesar, levantando una ligera brisa y os susurre algo al oído… Tratará de engañarnos escondido tras la enorme cabeza de cartón de un kiliki que persigue a un niño por la calle Curia en el día grande de las fiestas, casi llegando a la catedral…
Os aseguro que se transformará en un pasodoble de una tarde de verano, en una plaza única y enloquecida, fuera de sí, en un muletazo con la mano izquierda, en el sonido de cascabeles de un tiro de mulillas, en una copa de vino, en una ranchera cantada al unísono por miles de gargantas, lo veréis perderse tras la txaranga de una peña que se aleja por el Paseo de Sarasate…
Nuestro amigo Noel estará, como siempre, como tantas y tantas veces, esperando nervioso el paso de toros y cabestros, al amanecer, mirando el reloj cada poco, atento a que la torre de San Cernin cante la hora mágica en la que el tiempo parece detenerse en la mente de todos aquellos que, por amor a la vida, han decidido jugársela en broma, os aseguro y no os miento si os digo que estará al mismo tiempo en algún balcón de su calle Estafeta, escudriñando los adoquines y mirando la curva de reojo, donde en breve aparecerá un amasijo de hombres y animales. No sabría explicaros como hará tal cosa, pero lo veréis, ya lo creo que sí.
Pero será al anochecer, tras la corrida, con las últimas luces del día, cuando la figura mítica de Noel se hará más grande si cabe. Como si de una reunión casi secreta se tratase, os parecerá verlo en algún bar rodeado de los suyos, contando historias de este o aquel torero legendario, de este o aquel encierro maravilloso de los años 60 ó 70, de aquel amigo, de aquel personaje, de aquella anécdota y yo que sé de cuantas cosas más tras toda una vida vivida como le dio la gana, siempre con su inconfundible acento galés, con su inconfundible sonrisa socarrona…
Así pues, dejemos que se vaya a donde le parezca, como siempre. Nosotros por nuestra parte guardaremos como un auténtico tesoro los momentos vividos con él, una persona única y maravillosa; ése es el gran regalo que nos ofrece Noel, una vida plena, vivida como le pareció, llena de historias increíbles, preciosas, repartiendo cariño del bueno por doquier, y, por encima de todo ello, su amistad sincera. Es la hora de irse amigo, en la siguiente parada están esperándote Matt, Bomber, Goldie y un montón de amigos más de todos los sitios imaginables; están deseando que llegues…vuelvas a casa.
El corazón gastado del viejo león Galés ha dejado de latir, temporalmente al menos, porque ha decidido quedarse entre nosotros, ha decidido que descansará aquí eternamente, en la ciudad que amó desmesuradamente a lo largo de 50 años, toda una vida….
Nada más, sólo que le queremos mucho míster Chandler… siempre.
A más ver amigo. Buen viaje.
¡¡¡Viva San Fermín, Gora San Fermín¡¡¡