CARLOS MARTÍNEZ, MAYORAL HERIDO: “HE TENIDO MUCHA SUERTE, NINGUNA DE LAS 15 CORNADAS ME TOCÓ ALGO VITAL”

Carlos Martínez Moreno permanece ingresado en el hospital. Fotografía: Eduardo Buxens.

Carlos Martínez Moreno permanece ingresado en el hospital. Fotografía: Eduardo Buxens.

El toro que intentaba separar en Alfaro, en la finca de Toropasión, embistió a la yegua que montaba y lo tiró al suelo. Allí le corneó una y otra vez. Después de 36 días en la UCI, se recupera en el hospital.

El listado de lesiones es tan largo que a menudo se deja alguna en el recuento. Un olvido comprensible si se tiene en cuenta que recibió nada menos que 15 cornadas por todo el cuerpo: tres en el abdomen, tres en la ingle, una en el escroto, otra en el pie derecho, dos en la zona lumbar, una en la espalda, otra en la axila derecha, una más en la izquierda con dos trayectorias y otra en el glúteo. Quince. Además, seis costillas fracturadas y la clavícula y la escápula partidas. “He tenido mucha suerte, no me tocó nada vital”.

El mayoral Carlos Martínez Moreno, vecino de Castejón de 42 años, se recupera en el Complejo Hospitalario de Navarra de la múltiple cogida que sufrió el pasado 17 de agosto cuando intentaba apartar un toro en la finca de Toropasión, en Alfaro (La Rioja), donde trabaja desde hace casi ocho años. Estuvo 23 días inconsciente en la UCI, de la que salió el 21 de septiembre. El martes de la semana pasada, una operación de 16 horas le reconstruyó parte del pie con el injerto del hueso del peroné. Aún le queda tiempo para volver a andar después de haber sido zarandeado por un toro de 580 kilos. En este mes y medio ha perdido 18 kilos.

¿Qué tal está?

Bastante bien, voy mejorando cada día. Un poco cansado por llevar muchos días en cama pero de ánimo me encuentro muy bien.
¿Se acuerda de todo?

De todo menos cuando me caí del caballo. Esa mañana cargamos el camión para un espectáculo de Alfaro, porque eran fiestas, y como íbamos muy bien de tiempo -serían como las siete y media de la mañana- decidimos encerrar un toro para otro festejo que teníamos al día siguiente. Aparejé la yegua y con mi jefe Germán, que iba con un todoterreno, intentamos apartar al toro. Echamos los bueyes, pero no salía. Entonces fui yo con la yegua y con la garrocha le di un poco al toro, a ver si rompía y salía. Y en vez de pegar dos coces y huir, que es lo que hacen siempre, fue hacia mí y chocó contra la yegua.
Y ahí pierde el conocimiento.

Sí, yo esa parte no la recuerdo. Germán me dijo que salí despedido por delante de la yegua y por lo que se ve me quedé sentado. El toro me vio y ahí es cuando recuperé el conocimiento. Y ahí es cuando empezó la paliza. Empezó a levantarme, a darme las cornadas, yo intentaba cogerlo de los pitones, porque igual así me evitaba cornadas o algo, pero nada, imposible. Hasta que Germán consiguió llevárselo con el coche. Recuerdo que el toro estaba del lado del piloto y como pude me apoyé en el lado del copiloto y me eché al asiento.
Se le haría muy largo.

Muy duro. Recuerdo que me pasaba por encima, me levantaba… Serían diez, doce, quince segundos, pero como si fueron dos minutos. Me acuerdo de que me dolía mucho el hombro. Puede ser que me lo rompiera al caer del caballo. En caliente las cornadas se notan un poco, pero no mucho. Pero los pisotones, que lo ves encima, cuando me levantaba…
Menos mal que estaba su jefe.

Le quiero dar las gracias. No era fácil lo que hizo, el toro embestía al coche, estaba yo delante y tenía que ir con cuidado… El coche tenía cinco agujeros de cornadas del toro. La primera vez que nos encontramos en la UCI me hizo mucha ilusión, porque me consta que lo pasó muy mal… En esta empresa aparte de jefes somos muy buenos amigos y los quiero como si fueran mis hermanos.
¿En qué momento se da cuenta de la gravedad?

En el coche ya estaba muy mal. Me costaba respirar. Germán me decía “¡por tu vida no te duermas, no te duermas!”, y me daba golpes en la cara. Fuimos con el coche hasta Calahorra. Yo iba consciente todo el rato, pero no sabía el alcance de las cornadas. Tenía mucho dolor y no podía respirar, me costaba mucho. Germán avisó al hospital de que iba con un herido por cornada y allí me hicieron las primeras curas. No recuerdo mucho, sólo que me subieron al helicóptero y que alguien me gritó ánimos y yo levanté el pulgar. Se cerró la puerta del helicóptero y ya no me acuerdo de nada más.
Larga espera en la UCI

Para reconstruir los siguientes 23 días, que para Carlos Martínez fueron “un parón, como si fuera una noche”, hay que recurrir a su mujer, Rosa Santos Navarro, que se cogió una excedencia en su trabajo como cocinera en la residencia de Castejón para estar al pie de la cama con su marido. “A mí me tranquilizaba que no le había tocado ningún órgano, y que si se había subido él al coche, si había levantado el brazo en el helicóptero y había estirado el cuello para darme un beso era que no tenía nada en la columna”, cuenta.

Pero el día 14 de coma, empezó a verlo peor. “Estar en la UCI tanto tiempo se hace muy duro, y ese día me entró la llorera. Yo confiaba en él, sabía que tenía un cuerpo fibroso, creía en los médicos y creo en Dios. Pero hasta qué punto aguanta un cuerpo así… Eran ya 14 días”. Cuando por fin lo despertaron, su marido fue ganando consciencia poco a poco. “A los dos días me habló en voz baja, porque aún tenía la traqueotomía, y me dijo que un médico le había dicho que le iban a dar el alta. No le creí, y cuando llegó el médico le pregunté: “Así es, no sé cuándo pero sé que yo le voy a dar el alta’. Para mí fue como decir “por fin, de esta salimos”. Y ahí respiré”. Y paulatinamente, su marido fue mejorando.

¿Cómo fue el despertar?

No lo sé, estaba muy adormilado y no me acuerdo. A los dos días ya fui consciente. Dolor no tenía nada, las cornadas se habían cerrado mientras estuve sedado y además estaba con muchos calmantes. Me encontraba bastante bien, sólo notaba la molestia en el pie y la del hombro, que aún me sigue doliendo bastante.
Usted, que lleva toda la vida en el mundo taurino, ¿conoce a alguien con tantas cornadas?

La verdad es que no. Julen Madina tuvo cinco en un encierro en Pamplona, pero quince, que yo sepa… Tengo el récord (se ríe). Un recortador me dijo: “Oye, que me has adelantado, que yo tengo tres cornadas en todos estos años y tú en un momento quince” (ríe).
¿Qué encuentra uno al encender el móvil después de tantos días?

No te puedes imaginar el montón de whatsapp que tenía, ni imaginar. Tenía 2.000. Aún me mandan ánimos, hasta de gente que ni conozco o que he conocido sólo de coincidir en las fiestas de su pueblo un año. Me han escrito mayorales, ganaderos, toreros… y todos me mandaban mucha fuerza y mucho ánimo. Leer eso hace mucha ilusión. Pero sobre todo la familia: quiero dar gracias sobre todo a la mujer que tengo, a mis hermanos, a mi madre, primos… Se ha involucrado todo el mundo. Y al hospital. No tengo palabras de agradecimiento para el equipo médico del hospital, sobre todo a las dos UCIs en las que he estado. Me han tratado como un hijo.
¿Cuánto seguirá ingresado?

No lo sé, a ver la rehabilitación. Mínimo, dos o tres semanas más porque no tengo musculatura. Si me levanto ahora me caigo. He perdido 18 kilos.
¿Se ve otra vez el año que viene al frente del ganado en Toropasión?

Sí, el año que viene iremos a la batalla. Me costará mucho, pero vamos a seguir dando guerra.

Información de Gabriel González publicada en Diario de Navarra.

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