Lidió un estupendo toro, el cuarto, con mucha clase, el mejor de lo que va de San Isidro, y un tercero encastado.
Un gran árbol no puede impedir ver el resto del bosque. En el caso de Ricardo Gallardo, ese gran toro, el cuarto, el mejor de lo que va de San Isidro, no tapa al resto del encierro, que, en conjunto, resultó áspero, excepción hecha también del encastado tercero. El Fandi mereció una oreja pero el palco presidencial se la negó.
Respecto a los lotes, el primero fue un toro deslucido, con movilidad en los primeros tercios y brusco en el último. Por el contrario, el cuarto resultó un estupendo toro por su clase, su codicia y entrega. Embistió largo y por abajo, y tuvo duración. Fue ovacionado en el arrastre con total justicia. Estos dos toros fueron lidiados por El Fandi (silencio y ovación con saludos tras petición).
El segundo se movió descompuesto; tuvo nobleza pero le faltó repetir las embestidas. Y el quinto fue un toro deslucido, áspero, que no humilló y que no dio opciones. Poco pudo hacer Perera ante ellos y sus dos actuaciones recibieron el silencio del público.
El tercero fue un ejemplar exigente por encastado, con fondo. Y el sexto tuvo nobleza y movilidad pero careció de ritmo. Este lote le correspondió a José Garrido (ovación con saludos tras aviso y silencio tras aviso). La entrada, más de tres cuartos de plaza.