4ª Y ÚLTIMA DE LA FERIA DE TUDELA. CRÓNICA. FINAL FELIZ DE FERIA

Roberto Armendáriz recibió a su segundo, el del triunfo grande, con 'Visir'.

Roberto Armendáriz recibió a su segundo, el del triunfo grande, con ‘Visir’.

Los tres rejoneadores salieron a hombros tras repartirse un total de media docena de generosas orejas.

Ganado: Dos toros de Torremilla, dos de Espantalobos y dos de Manuel Ángel Millares, correctos de presentación aunque desiguales, parados, distraídos, desentendidos, de escasa movilidad y nula codicia.

Joao Moura hijo: oreja en ambos. Salió a hombros.

Leonardo Hernández: oreja en ambos. Salió a hombros.

Roberto Armendáriz: silencio y dos orejas. Salió a hombros.

Presidencia: A cargo de Teresa Ruiz Gil, asesorada por Rosa López y Javier Garijo, se mostró muy generosa a la hora de conceder trofeos; por lo demás, correcta.

Incidencias: Algo más de un tercio de plaza. Tarde agradable. La presidenta de Navarra, Yolanda Barcina, presenció el festejo desde una barrera.

Triunfalista final de feria. Lluvia de orejas desde el palco, todos a hombros y todos, casi todos, contentos. Demasiado trofeo y escaso toreo de caballo. Los tres rejoneadores tuvieron que poner todo de su parte porque volvió a fallar el ganado. Y cuando éste falla… malo, la emoción se evapora y el festejo, la diversión decae.

Saltaron ayer al ruedo tudelano seis toros del mismo propietario, Manuel Ángel Millares, empresario de la plaza además de ganadero de bravo, pero con tres hierros diferentes.

El primero y el segundo lucieron el hierro de Torremilla (procedencia Núñez); el tercero y el quinto, el de Espantalobos (Atanasio);y los otros dos, cuarto y sexto, el de Manuel Ángel Millares (Jandilla).

Pues bien, todo este surtido bien pudo llevar el mismo hierro pues su comportamiento fue muy parecido, completamente decepcionante. Los seis toros carecieron de codicia. Se emplazaron y, sin moverse apenas, se dedicaron a esperar con la intención de sorprender en arreones. Mientras tanto, la mayoría se desentendió de jinete y montura y contempló atentó el aspecto de los tendidos. En definitiva, los seis ejemplares formaron un conjunto muy deslucido, por lo que todo lo tuvieron que poner los rejoneadores, toreros que siempre intentaron agradar con muchas dosis de voluntad y pocas de lucimiento.

Vibrante

Paisanaje aparte, la mejor faena de la tarde la rubricó Roberto Armendáriz frente al último toro de la tarde y de la feria, Harapiento –vaya nombrecito-, un colorado que no colaboró. Por ello, todo lo puso el caballero de Noain, sabedor además de que sus compañeros iban a salir a hombros y de que, por tal razón, se lo tenía que jugar todo a una carta.

Apostó y ganó. Lo recibió con Visir, con el que castigó al distraído cuatreño con un sólo rejón, que tampoco hizo su afecto, pues el toro siguió desentendiéndose de la lidia. Por fortuna, el panorama cambió en el tercio de banderillas. El navarro lo comenzó a lomos de Ranchero, que conectó enseguida con los tendidos mediante sus espectaculares quiebros, teniendo que llegar mucho a la cara del toro.

Fueron dos banderillas que despertaron al público. El tono de la faena subió con la salida de Delirio, que levantó al público de sus asientos con sus piruetas, no ceñidas porque el toro no apretó en ningún momento. Ya en el tercio final, con la plaza entregada, Armendáriz supo mantener con Cristal lo vibrante de su faena, y lo hizo clavando tres cortas sin respiro.

Sólo quedaba la suerte suprema, la última carta, a todo o nada. Y, esta vez sí, enterró la  hoja de peral, que hizo doblar al toro inmediatamente. Después de todos los trofeos concedidos, era justo ese doble trofeo, que le abría la puerta grande de la Chata de Griseras.

En su primera intervención, estuvo muy por encima del parado toro, en una faena en la que utilizó a Cañito de salida, Prometido en banderillas y Cristal en el último tercio. Trasteo de entrega que no culminó con la hoja de peral, tanto que el público guardó silencio.

El caballero portugués, por su parte, puso todo lo que le faltó a los dos deslucidos toros de su lote. No firmó dos faenas nada espectaculares, pues se dedicó a clavar al cuarteo, sin complicarse la vida. Eso sí, anduvo bastante certero a la hora de matar, lo que fue clave para lograr ese triunfo.

Y lo mismo hizo Leonardo Hernández con otro mal lote. El de Badajoz firmó algún buen episodio de toreo de costado pero sin la continuidad debida y, además, se le vio bastante acelerado, cabalgando en ocasiones a velocidad crucero. Sin embargo, como acertó con la hoja de peral…

Y colorín, colorado… Esta historia sin historia tuvo un final feliz. ¡Qué bonito!

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